POR DEKA BLACK
(Nuevamente, el que esto escribe pide el perdón del lector por su falta de cubiertas. No ha podido localizar la que a esta novela corresponde)
“Los Muertos Juegan al Poker” es un western que en su primera mitad me provocó carcajada tras carcajada. El protagonista, en el primer capítulo acaba siendo arrojado en volandas fuera de todos y cada uno de los lugares que visita. Y no son pocos. Pasa casi más tiempo en el aire que en el suelo.
Este protagonista es un jugador profesional (al igual que su difunto padre), un tahúr, que por necesidad más que por otra razón ha acabado aprendiendo a manejar el revolver. En la primera mitad de la historia, aparte de asistir a una escena cómica tras otra, no enteramos de un hecho de suma importancia en el desarrollo posterior de la trama: Cierto tempo antes de que empiece la acción, salvo a un supuesto (y recalco lo de “supuesto”) ganadero de ser tiroteado por la espalda mientras era perseguido por tres pistoleros.
A partir de este recuerdo, nuestro protagonista se hará pasar por dicho individuo tras su aparente muerte, viviendo en su casa y fingiendo ante la madre ciega del difunto. La historia implica también una entrevista de trabajo para ocupar el puesto de verdugo de Tucson (con un nuevo momento de comicidad que me hizo dejar la lectura hasta que la risa se calmara).
Y hasta aquí voy a contar, porque a partir de ese momento es cuando todo se pone interesante de verdad, y como no ceso de repetir, no soy amigo de desvelar hasta ese punto los hechos de un texto. Eliminaría el disfrute del lector.
Como lector, Los Muertos Juegan al Póquer ha supuesto mi reencuentro definitivo con Silver Kane después de EL Hijo de
En resumen, una obra entretenida y que divierte. Y eso hay que saber hacerlo. Y Silver Kane lo sabe y lo hace.
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