Dedicado a todos los fans de Brigitte Baby Montfort y de su creador, Lou Carrigan.
Por Antonio Quintana CarrandiEs un hecho que durante la época de esplendor de las llamadas novelas de a duro o bolsilibros, los personajes femeninos que aparecían en las mismas tenían un rol marcadamente secundario. El único género en el que la mujer era protagonista absoluta fue, obviamente, el romántico. En todos los demás ejerció, salvo en contadísimas ocasiones, el papel de comparsa, reposo del guerrero o premio para el esforzado héroe de turno. Pero a mediados de los años sesenta esto cambió radicalmente, gracias a un joven novelista español que creó, prácticamente de la nada, la más fabulosa heroína de acción jamás soñada, y el personaje femenino mejor perfilado de la literatura de evasión.
A principios de la década de los sesenta, el productor cinematográfico
Albert Cubby Broccolli y su socio
Harry Saltzman, adquirieron los derechos para el cine de las novelas protagonizadas por
James Bond, agente secreto 007, surgido de la fértil imaginación del comandante
Ian Fleming, un antiguo miembro de los servicios de Inteligencia británicos reconvertido en escritor de gran éxito. Las adaptaciones cinematográficas del personaje comenzaron con la estupenda 007 CONTRA EL DOCTOR NO, y se prolongaron, con diversos altibajos, hasta la actualidad. Gracias a esta franquicia, el género de espionaje, que siempre había gozado del favor del público, alcanzó unas cotas de popularidad inimaginables, lo que animó a las empresas editoriales a lanzar colecciones de novelas de dicha temática. El mercado de los bolsilibros no podía ser ajeno en modo alguno a esta moda, y así surgieron como hongos series de novelas de a duro dedicadas a narrar las aventuras de un puñado de esforzados agentes secretos en perpetua lucha contra los enemigos del denominado Mundo Libre. Huelga decir que los protagonistas de dichas aventuras eran siempre hombres, a veces distinguidos caballeros de modales exquisitos incluso a la hora de matar, como el propio 007; y otras, machotes desgarbados con el cerebro en el gatillo de su pistola, cual clones del celebérrimo detective
Mike Hammer creado por
Mickey Spillane. Pero en 1965 nació el que sería, sin ningún género de dudas, el personaje más original de la literatura de espionaje:
Brigitte Baby Montfort, una especialísima agente de la Agencia Central de Inteligencia norteamericana (CIA), cuyas aventuras fueron, en ocasiones, incluso más espectaculares que las de su colega
Bond.
Brigitte Montfort fue creada en parte por la Editora Monterrey de Rio de Janeiro, como explica
Lou Carrigan en su weblog; pero la Baby que todos conocemos y amamos surgió de la fecunda mente del novelista barcelonés. La heroína de acción que empezó como el proyecto de un editor interesado en crear un
James Bond femenino, terminó convirtiéndose en la creación más íntima y personal de uno de los más grandes novelistas que ha dado la literatura en lengua castellana.
Las aventuras de esta extraordinaria mujer fueron un éxito desde el principio. El hecho de que una despampanante belleza protagonizara una serie de relatos de espionaje atrajo a numerosos lectores, que seguían con avidez las peligrosas aventuras que
Carrigan ideaba para ella. En España
Baby se convirtió en un personaje de culto para los aficionados a la llamada literatura de quiosco. Pero en América fue un auténtico bombazo editorial, que hizo de
Lou Carrigan el novelista más admirado en numerosos países de habla hispana. Hoy, cuarenta y cinco años después de su primera aparición,
Baby sigue siendo recordada como el personaje más popular de la moderna literatura de aventuras, y sus seguidores somos legión a ambos lados del Atlántico.

¿A qué se debió el extraordinario éxito de este personaje? ¿Cómo se explica la pervivencia, a través de las décadas y de las generaciones, de esta heroína de novelas populares? Responder a estos interrogantes es más fácil de lo que parece. La inmensa fama de
Baby como personaje legendario de la literatura de evasión puede explicarse con sólo dos palabras:
Lou Carrigan.
En efecto, tengo para mí que si
Baby hubiese sido escrita por otro autor, jamás habría alcanzado la fama que goza actualmente. Otro novelista cualquiera se habría limitado, posiblemente, a satisfacer las exigencias del editor sin complicarse la vida en exceso, limitándose a parir un trasunto de 007 con faldas; habría pergeñado, sin duda, un buen número de aventuras espectaculares pero repetitivas, calcadas unas de otras; seguramente su
Baby habría acabado semejando una criatura andrógina, casi hombruna, para hacer creíble su superioridad física sobre sus letales enemigos masculinos; o peor aún, una muchachita demasiado dulce
y políticamente correcta, al estilo de
Los Ángeles de Charlie, cuyas aventuras habrían tenido que ser forzosamente sobrias, cuando no insulsas. Una
Baby así podría haber tenido cierto éxito al principio, pero jamás habría alcanzado la fama y longevidad de la extraordinaria creación del maestro
Carrigan.
El novelista barcelonés dotó a su heroína de una acusada personalidad, que la situaba a años luz de
Bond y sus imitadores, incluida la también muy popular en los tebeos de los años sesenta
Modesty Blaise. 007 y sus clones eran básicamente algo así como
funcionarios del espionaje, gente que cumplía las misiones encomendadas por sus superiores sin cuestionarse jamás la moralidad de las mismas.
Carrigan, por el contrario, proporcionó a
Brigitte una conciencia crítica y un gran sentido de la ética, no sólo profesional, que hicieron de ella el personaje más complejo y a la vez honesto y realista de la literatura bolsilibresca.
Baby no es una burócrata al servicio de la CIA. Los principios y valores que respeta son tan elevados que, en ocasiones, no sólo se cuestiona algunas de las misiones que se le encomiendan, sino que incluso llega a rechazarlas… o a cumplirlas guiándose por su particularísimo criterio, aunque no siempre la CIA salga beneficiada con el resultado obtenido. Sus jefes, que la conocen muy bien, tienen especial cuidado a la hora de encomendarle trabajos, procurando que éstos sean dignos de la mejor espía del mundo y que, en lo posible, la naturaleza de los mismos no esté en abierta confrontación con su exquisita integridad humana. De todas formas, serán numerosas las ocasiones en que los jefazos de la Agencia no pongan a la divina espía al tanto de todos los pormenores de las misiones que le encargan, llegando incluso a tratar de engañarla en alguna ocasión, lo que provocará que en un momento determinado
Baby abandone temporalmente la organización, harta de bregar con tanta porquería.
Y esto de la porquería nos lleva a otro detalle original de la obra carriganiana. Mientras que en el grueso de la producción de espionaje de la literatura popular predomina el esquema de
buenos y malos, situando siempre a la CIA y otros servicios de Inteligencia aliados entre los primeros,
Carrigan opta por ofrecer una visión descarnadamente rea-lista del inframundo del espionaje, en el que nada es lo que parece y la traición, el crimen y la infamia son herramientas empleadas por todos los bandos en liza, sin distinción de ideologías. La CIA descrita por el maestro
Lou, aunque exaltada en algunas novelas por su patriotismo y su defensa de los valores de la democracia norteamericana, es un fiel reflejo de la CIA real, siempre enfangada (como cualquier otro servicio secreto) en operaciones casi criminales, destinadas a la obtención de una ventaja política o militar para EE.UU. Éste es el lado oscuro de la Agencia, el que más aborrece
Brigitte y el que se esfuerza en combatir con toda su alma. Su posición de preeminencia en la CIA le permitirá deshacer algunos de los entuertos urdidos por ésta, lo que causará no pocos dolores de cabeza a sus superiores, que valoran muchísimo a la agente NY-7117 y sus capacidades, pero que, por otro lado, desearían que se mostrase algo más sumisa ante las directrices emanadas de la Central en Langley. Pero ella es una mujer de gran carácter, que tiene una idea muy clara del bien y del mal, y jamás acepta plegarse a los deseos de la CIA si éstos pueden causar algún daño a personas inocentes, aunque EE.UU. salga beneficiado por ello.
Es quizás esta faceta de la personalidad de
Baby la que mejor explica su tremendo éxito, sobre todo en los países de Hispanoamérica, considerados por el gigante norteamericano como su particular
patio trasero, y que han sufrido a lo largo de su historia reciente las injerencias, no siempre bienintencionadas, de su poderoso vecino del norte. Otro aspecto de nuestra amada espía que resulta francamente atractivo es su absoluta despreocupación por los planteamientos ideológicos.
Brigitte es demócrata, pero en su larga experiencia como profesional del espionaje ha aprendido que incluso los gobiernos más democráticos del mundo están dispuestos a cometer cualquier canallada si a cambio pueden obtener algún rédito, ya sea político, militar o económico. Nuestra heroína es consciente de que existen determinadas ideologías políticas nefastas, tales como el nazismo y el comunismo, cara y cruz de la misma moneda criminal. Pero aunque deteste el totalitarismo de la URSS, no dudará en colaborar con algún agente soviético si con ello puede evitar un desastre global.
En la publicidad que Bruguera hizo de la serie, se decía que
Baby era una dulce muchachita que prefería una rosa a un cohete nuclear. Y así es, en efecto.
Brigitte, como espía, es inteligentísima e implacable; pero como mujer es sencillamente adorable.
Carrigan logró equilibrar perfectamente ambas facetas del personaje, la de heroína de acción y la de mujer sensitiva, capaz de hacer cualquier cosa para ayudar a quien lo necesite y lo merezca. La bellísima morena de grandes y profundos ojos azules como el mar es tierna, cariñosa, comprensiva y solícita con los débiles… y fría y despiadada con los criminales de toda laya que infectan este pobre mundo. Puede regalar a un orfanato u hospital infantil dos millones de dólares, con la misma sencillez con la que poco antes le ha metido una bala en la cabeza a un sujeto que pretendía iniciar una campaña de atentados terroristas por todo EE.UU. Es capaz de perdonar la vida a un agente de la MVD soviética que ha luchado noblemente contra ella, y de ejecutar con absoluta frialdad a quien haya traicionado a los EE.UU. por afán de lucro personal. Pero si hay algo que
Baby jamás perdona es el asesinato de un
Simón, de uno de sus queridos
niños, compañeros de la CIA, todos y cada uno de los cuales estarían dispuestos a dejarse arrancar la piel a tiras por ella. En ocasiones,
Brigitte aceptará cumplir determinadas misiones sólo para vengar la muerte de algún
Simón salvajemente asesinado sin necesidad.
Otra notable faceta de nuestra amada espía carriganiana es, como ya he mencionado anteriormente, su fabulosa inteligencia. Entrenada en las más depuradas técnicas de combate cuerpo a cuerpo, y capaz de emplear cualquier arma de fuego conocida,
Baby sólo recurre a la violencia cuando no queda otra opción, característica ésta que la diferencia de la mayoría de los héroes de acción tanto del cine como de la literatura. Si existe un modo no violento de solucionar un problema, ella se decantará por esta opción. Pero si las cosas se complican y es inevitable recurrir a la violencia… Bueno, que Dios se apiade de las almas de quienes se le enfrenten; porque entonces esa maravillosa y angelical criatura se transformará en la más perfecta máquina de matar.
Baby es una experta budoka.
Carrigan, buen conocedor de las Artes Marciales orientales, no en vano es un gran judoka, describe con maestría los innumerables combates cuerpo a cuerpo que libra la divina espía contra enemigos en apariencia mucho más peligrosos que ella. Estas alucinantes escenas de lucha, vívidamente narradas por nuestro apreciado
Lou, tienen un ritmo casi cinematográfico y dejan sin aliento al lector, tal es su realismo.
James Bond 007 estaba arropado, sobre todo en las pri-meras películas de la franquicia, por un puñado de sugestivos personajes secundarios:
M, su jefe; la eficaz y bella
Moneypenny, secretaria del anterior y eterna enamorada sin esperanza de
James;
Q, el encargado de material, inventor de todos los cachivaches tecnológicos y de las armas especiales que emplea el héroe con profusión;
Félix Leiter, agente de la CIA y buen amigo de
Bond…
Carrigan también rodeó a
Baby de un buen plantel de personajes secundarios, cuyas personalidades están tan magníficamente trazadas como la de la protagonista, y que contribuyeron a enriquecer notablemente sus aventuras. Mister
Cavanagh, jefe del grupo de acción de la CIA y buen amigo de
Brigitte desde que ésta le salvase la vida en una arriesgada misión en Buenos Aires;
Charles Alan Pitzer, tío
Charlie, jefe del sector Nueva York y su inmediato superior;
Miky Grogan, director del
Morning News, el diario neoyorquino en el que nuestra protagonista presta sus servicios como periodista; y sobre todo,
Frank Minello, columnista deportivo del mismo diario, un tipo guapo, un ex boxeador fuerte, simpático, que bebe los vientos por
Brigitte y que daría la vida por ella de ser necesario. Lo mismo que
Cavanagh, Pitzer y
Grogan, dicho sea de paso. Obligado es mencionar también a
McGee, el
Q particular de
Brigitte, creador, entre otras cosas, del bonito y peligrosísimo maletín rojo con florecillas azules que siempre acompaña a nuestra heroína, y que encierra en su interior un arsenal que dejaría boquiabierto al mismísimo 007;
McGee ha inventado, además, el fantástico suero llamado
Blackcolor, de aplicación subcutánea y que torna negra la piel de quien se lo inyecta, argucia que
Brigitte ha utilizado siempre que le ha convenido aparecer como una encantadora (o mortífera) muchacha de raza negra.

A lo largo de su intensa actividad profesional por los cinco continentes,
Brigitte ha hecho un montón de buenos amigos que también están dispuestos a hacer lo que sea por ella, entre los que destacan
John Pearson, fabuloso espía británico conocido como
Fantasma; Monsieur Nez, uno de los grandes jefes del servicio secreto francés; y
Wilhelm Von Steinheil, un veterano agente de la Abwehr germana, héroe de la II Guerra Mundial, un espía legendario cuyo nombre en clave era
Alexandria. Todos estos hombres, y muchos otros que
Brigitte conocerá a lo largo de los años, irán conformando la que podríamos llamar
la gran familia Baby, un grupo de personas que colaborarán con ella en docenas de aventuras, y que a pesar de su condición de secundarios no son en absoluto simples personajes de soporte, sino eficaces contrapuntos de la protagonista, dotados de entidad propia. Porque ése es otro de los grandes aciertos de
Carrigan: el de dotar a los personajes secundarios de una personalidad bien definida, que los hace muy creíbles para el lector.
Brigitte es una criatura tan adorable que son muchos los hombres que se enamoran perdidamente de ella, empezando, claro está, por el simpaticote y algo bruto
Minello. Sin embargo, dada la extraordinaria personalidad de la fabulosa espía, el hombre capaz de adueñarse de su corazón tenía que ser, forzosamente, un individuo fuera de serie.
Pearson habría hecho muy buena pareja con
Baby, no sólo en labores de espionaje, y otro tanto podría decirse del mítico
Alexandria, a pesar de ser bastante mayor que ella. Pero no; el hombre al que
Brigitte entregaría su corazón y su vida entera tenía que ser tan especial como ella. Y así, en 1969, en la aventura titulada
Operación *Estrellas*, el maestro
Carrigan nos presentó al que, a partir de entonces, sería el único y gran amor de la divina agente de la CIA: el norteamericano
Clark Coleman, secretísimo agente de la C.I.A. conocido y temido en el mundo del espionaje con el nombre de
Número Uno, el mejor espía masculino de todos los tiempos, un tipo frío como el hielo que está considerado como la única persona que podría derrotar a la legendaria
Baby. Con la inclusión de este personaje,
Carrigan consiguió aumentar aún más si cabe el interés de las aventuras de su heroína. Si por separado
Baby y
Número Uno eran imbatibles, juntos son prácticamente invencibles. El amor de
Número Uno hará que
Brigitte se replantee muchas cosas, especialmente cuando, tras dimitir de la C.I.A. al ser objeto por parte de ésta de una sucia jugada, y más que harto de los oscuros manejos del mundo del espionaje,
Número Uno adopta el nombre de
Angelo Tomasini y se retira a Villa Tartaruga, su quinta en la isla de Malta, y hará todo cuanto esté en sus manos para convencer a
Brigitte de que abandone el sucio y peligroso mundo de los espías y se quede con él. En un momento concreto parecerá que ella está dispuesta a complacerle, y de hecho nada la haría más feliz que poder dejarlo todo y dedicarse al hombre al que ama. Pero en este desgraciado mundo las fuerzas del mal no descansan, y serán numerosas las ocasiones en que la agente
Baby deba regresar a la acción para abortar algún plan criminal que amenaza la paz mundial. Y en esos momentos,
Número Uno estará a su lado, del mismo modo que ella le secundará cuando sea él quien tenga que embarcarse en alguna aventura peligrosa.
Si se leen las novelas de
Baby por el orden en que fueron apareciendo, y se contrastan sus argumentos con lo que estaba ocurriendo en el mundo en aquellos días, se comprobará que
Carrigan no se conformaba con inventar aventuras intrigantes y espectaculares, sino que recurría a la realidad política y social del momento para desarrollar historias íntimamente relacionadas con los acontecimientos mundiales de la época. Así, en las obras de
Brigitte encontramos constantes referencias al enquistado conflicto árabe-israelí; a asesinatos políticos como el de los hermanos Kennedy o el de Martin Luther King; a las peligrosas tensiones entre los dos bloques ideológicos; a las intentonas soviéticas por crear
nuevas Cubas en América Latina; a la carrera espacial… El hecho de que las aventuras de
Baby tocaran tantos y tan variados temas reales fue otro de los factores que contribuyeron a afianzar su popularidad, convirtiéndola en un personaje de culto, hasta el punto de que en Brasil se afirmaba que el tal
Lou Carrigan era un intelectual norteamericano, antiguo agente de la CIA, que utilizaba sus amplios conocimientos en materia de espionaje y servicios de inteligencia para ganarse la vida como autor de novelas de aventuras.
Con nada menos que quinientos títulos protagonizados por esta insuperable heroína, el barcelonés
Antonio Vera Ramírez, nombre real de
Lou Carrigan, ha establecido un récord difícilmente igualable: el del autor que más obras ha dedicado a un mismo personaje.
Brigitte ha entrado así en la historia de la literatura de aventuras por partida doble: como el mejor personaje femenino de acción jamás creado por novelista alguno, y como uno de los iconos más longevos de la novelística de aventuras. Si por algo recordarán a
Carrigan las futuras generaciones de lectores, será por haber sido el creador de
Brigitte Baby Montfort, la agente más extraordinaria de la literatura de espionaje.
La primera novela de
Baby apareció en 1965; la última, en 1992. Actualmente, papá
Carrigan, como ella le llamaba en la publicidad de las contracubiertas de la edición de Rollán, está editando en formato digital todas sus aventuras, en cuidados volúmenes que incluyen tres títulos cada uno. Una ocasión de oro para que los seguidores de la divina espía se hagan con las novelas que les falten, y también para que los más jóvenes puedan conocer al personaje más popular que ha dado la literatura de aventuras en lengua española durante las últimas décadas. Para los que nos criamos leyendo bolsilibros,
Baby es casi real, y muchos de nosotros soñamos, siendo chavales, con compartir sus fabulosas aventuras, acompañándola como
Simones. Por eso, el autor de este modesto ensayo no puede evitar preguntarse dónde y qué estará haciendo ahora, mientras leéis este trabajo, nuestra admirada
Baby. Veamos, si en 1965 tenía veinticinco añitos, ahora tendrá setenta, aunque aparentará diez menos. Pero no creo que esté en un geriátrico, nada de eso. Estará en Malta, en Villa Tartaruga, junto a su amado
Número Uno, que a estas alturas debe de ser un anciano de impresionante estampa, muy en la línea de ese gran actor británico de carácter que fue
C. Aubrey Smith. Me los imagino allí, en esa hermosa isla mediterránea, disfrutando de los últimos años de sus vidas y de la paz y la tranquilidad que se merecen, tras llevar una existencia tan agitada y peligrosa. Los veo gozando del mar y del Sol y cada uno de la compañía y el cariño del otro, todavía con algunos años por delante para estar juntos.
Este es el final que a mí, personalmente, me gustaría que tuviera la historia de
Brigitte Montfort y
Número Uno… Y sé de buena tinta que en efecto, así viven, pasando temporadas en Malta y temporadas en Nueva York, disfrutando alternativamente de sus amigos en la ciudad y de su soledad en Villa Tartaruga. Pero tengo que hacer una aclaración: de ninguna manera ellos han abandonado su dedicación al bienestar de la Humanidad, pues juntos dirigen la temida L.O.U (Love Organization Unite), organismo dedicado a la lucha contra el Mal que respaldado por todos los grandes amigos de
Brigitte (espías, políticos, magnates, presidentes de muchos países, aventureros nobles, y sobre todo y siempre sus queridos
Simones) lucha contra la maldad en todo el mundo, castigando severamente al malo y ayudando y favoreciendo por todos los medios al bueno… Pero sí, también saben disfrutar de su merecido descanso tras décadas de combatir contra las fuerzas de la oscuridad. Y mientras ellos descansan (relativamente, pues
Brigitte no sabría permanecer inactiva e impasible mientras el Mal esté en circulación por el mundo) nosotros continuaremos deleitándonos con sus fantásticas aventuras en papel, que nos regaló ese gran profesional de la pluma y buen amigo que es
Antonio Vera Ramírez, Lou Carrigan; sin ningún género de dudas, el mejor autor de bolsilibros de la historia.