Número 313 de LCdE, aparecida en agosto de 1976, firmada por Lecha como Glenn Parrish
y con una sugestiva cubierta de Salvador
Faba, que sería reutilizada para la reedición de “Máquinas rebeldes”, del mismo autor pero como Clark Carrados, nº 222 de “Héroes
del Espacio”, “Robots prohibidos” es
otra de las aventuras que el novelista de Haro dedicó a la robótica, uno de los temas que más
cultivó dentro de la ciencia ficción.
En esta ocasión, como en muchas otras, Lecha plantea una conspiración a nivel
planetario, en la que ciertas personas emplean a un tipo de robot muy especial.
Los autómatas prohibidos del título no llevan incorporadas las tres leyes de Asimov, siendo, en la práctica, capaces
de llevar a cabo cualquier acto, aunque ello implique la pérdida de una vida
humana. Obviamente, Parrish no
enuncia las leyes asimovianas textualmente, pero en la práctica viene a ser lo
mismo. El caso es que el protagonista, Roy
Coleman, se ve envuelto casi casualmente en una aventura extraordinaria, en
la que tendrá que enfrentarse a esos sofisticados y peligrosos androides y a
quienes les han programado para actuar como auténticos asesinos. Como es
habitual en los relatos de Lecha, el
héroe contará con la ayuda de una hermosa chica, May Haskell, y la de un grupo de incondicionales amigos.
Bolsilibro muy entretenido, como todos los de Lecha, resulta un auténtico placer
releerlo treinta y ocho años después de su publicación. El futuro descrito por
el autor sigue teniendo su atractivo, y el modo en que trata el tema de los
robots nos hace añorar su estupendo ciclo dedicado al androide Kabé, publicado por Toray en “Espacio, el mundo futuro”. Como creo haber dicho ya en alguna ocasión, los
robots y su mundo fueron uno de los temas más queridos por Lecha, y sin duda “Robots
prohibidos” es una de sus mejores
novelas de Bruguera. Con gran habilidad, el novelista teje un relato
absorbente, que engancha al lector desde la primera página y no lo suelta hasta
su espectacular final. A esas alturas de
su carrera Lecha era ya un maestro,
y lo demostró urdiendo una trama intrigante y divertida a la vez, en una novela
quizá previsible, como por otra parte ocurría con todos casi todos los
bolsilibros, pero que no defrauda en ningún momento. Ciencia ficción popular y
de consumo, sí; pero de un nivel muy aceptable. Si podéis leerla, no dejéis
pasar la oportunidad. La diversión está asegurada, y eso es mucho más de lo que
ofrecen obras supuestamente de más enjundia.
Antonio Quintana
Octubre de 2014
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