Por LEM RYAN
Lovecraft escribió en 1927, en su Supernatural horror in literature, que “la emoción más antigua y fuerte de la humanidad es el miedo”, y sin duda el celebérrimo autor de Providence no se equivocaba: desde un punto de vista meramente biológico, el instinto de supervivencia, singularizado de la manera más clara tal vez en esa poderosa emoción llamada miedo, ha formado parte de nuestra evolución, no ya sólo como especie, también a nivel social y personal. Privado en su anatomía de armas naturales con las que defenderse de su entorno, el ser humano se ha visto obligado a depender de sus dos extremos más opuestos para seguir formando parte de la fauna de este planeta: la cabeza y los pies, o, lo que es lo mismo, la inteligencia para hacer frente a los problemas y la capacidad, tan irracional como instintiva, de huir de ellos, fueron sus valores más cotizados en la encarnizada lucha por la existencia. Y, nos guste o no, ha sido la conjunción de esas dos habilidades, en las que hemos destacado muy por encima del resto de criaturas que han poblado la Tierra, lo que nos ha colocado en lo más alto de la escala evolutiva. Inteligentes y cobardes, nos hemos convertido en los reyes de la Creación. Fue el temor hacia la naturaleza inclemente y las espantosas bestias que la habitaban lo que impulsó al hombre primitivo a refugiarse en las cavernas y hacer uso de utensilios con los que enfrentarse a ellas, del mismo modo que fue el miedo hacia lo que no comprendía lo que le llevó a intentar racionalizarlo y conformó todo tipo de folklores, mitos y religiones que le han acompañado hasta nuestros días.
Y es a través de esas fábulas, las que se desprenden de las innumerables mitologías y leyendas que fueron, son y serán, formasen parte o no de un culto ordenado, como mejor podemos comprender el impacto del miedo a través de los tiempos y las civilizaciones. Todas ellas sin excepción están pobladas de criaturas terribles que infunden pavor, de hechos apocalípticos contra los que no se puede hacer nada y de la certeza incontrovertible de un destino aciago que sobrevendrá si no se siguen una serie de normas que, por supuesto, marcan unos pocos elegidos. Latiendo en el mismo centro de esas historias está el miedo, omnipresente protagonista de las pesadillas de la humanidad. Pero no es hasta la Ilíada de Homero que le vemos personificado: hasta entonces había sido algo sin nombre, una sensación que de tan escurridiza ni siquiera se podía identificar con palabras, una sombra, un aleteo en la oscuridad. Este dramaturgo griego le dió esencia e identidad, le emparentó con Ares (la guerra) y Deimos (la fuga) y le llamó Phobos, que es un sustantivo del verbo griego phobeomai, huir. Ese mismo nombre bordea el escudo de Atenea (otra personificación de la guerra) encerrando a Eris (persecución) y Gorgonion, la cabeza de Gorgona (de gorgon, terrible). Y es que por aquel entonces los antiguos tenían muy claro que la guerra era lo más terrible que podía pasarles, así que qué mejor manera de debutar en la literatura que en la epopeya que narra la más cruenta de las guerras de la antigüedad, la que borró del mapa una de sus más florecientes civilizaciones: Troya. Luego Platón se encargó de rebautizarlo y le llamó Déos en su obra Laques, apartándolo del concepto bélico y llevándolo a todos los ámbitos de la existencia, aunque más tarde Ammonio, un gramático del siglo I, distinguiese entre el “déos” como la presunción de algo malo aún por ocurrir y el “phobos” como el golpe de algo aterrador ya ocurrido. Si además incluimos a Aristóteles en la ecuación, tendremos en el de Estagira y su Ética a Nicómaco el primer esbozo de lo que tiempo después sería una mina de oro para los psicoanalistas, ya que incluía al miedo entre las páthê que afectaban a la psychê, o, por decirlo en román paladino, que no sólo puede aflojarte los intestinos sino también la chaveta.
Pero no he aceptado la amable oferta de Odiseo de participar en este homenaje al terror para disertar acerca de los orígenes antropológicos y etimológicos del miedo, aunque no haya podido evitar sentirme tentado a ello, sino para contar mi experiencia personal con ese género. Y es que mi primer contacto con el terror debió parecerse mucho, extrapolando los miles de años de diferencias que nos separan, con lo que debió sufrir aquel pobre homínido que se vió forzado a esconderse en su gruta. Como él, yo tampoco pude dormir bien en semanas, tuve pesadillas durante meses y arrastré un fuerte trauma durante años. Trauma que, fiel a aquel adagio popular de “lo que no mata engorda”, con el tiempo devino en fascinación. Fue, lo recuerdo muy bien, culpa de una película que hoy día no asustaría ni a un niño de teta, inmunizado como debe estar el susodicho a golpe de hemoglobina y efectos infográficos de lo más truculentos; me refiero a El hombre lobo, cinta de 1941 dirigida por George Waggner y protagonizada por Lon Chaney Jr. Ella fue la responsable de mi páthê particular, y de que mi casa a partir de entonces estuviera llena de monstruos.
Continuando con el símil del hombre primitivo, también yo quise comprender aquello que tanto me asustaba, así que me empapé de cuanto tuviera que ver con lo macabro y lo numinoso, empezando, no podía ser menos, con los bolsilibros. Descubrí de este modo pequeñas joyas que entraron a formar parte de mi propia mitología, y a escritores que a mis ojos eran poco menos que profetas que tenían en sus manos la verdad revelada. Cada uno de esos autores, que ocultaban sus nombres hispanos con seudónimos a cuales más sugerentes, abrió mi mente y la zarandeó hasta hacerla papilla: Ralph Barby, Lou Carrigan, Clark Carrados, Kelltom McIntire... Tantos y tantos, maravillosos todos ellos, que fueron mi terapia primero y luego mi inspiración. Pero, si he de poner a uno por encima de los demás, por una simple cuestión de debilidad personal, ése sería Curtis Garland, amigo y maestro, el más grande entre los grandes, con cuyas lecturas aprendí que lo terrible puede ser también hermoso.
Pero es ley de vida que debemos crecer, e, igual que ese primo lejano semi-primate que me acompaña en este escrito -y que seguramente leyó a Nietzche, o por lo menos lo intuyó-, de tanto mirar al abismo acabé comprendiendo que el abismo también me miraba a mí, y pasé a formar parte de él. Cogí a la Gorgona por la cabeza, se la corté y la puse en mi escudo. Y eso más o menos pasó cuando descubrí a Lovecraft. No, no ha sido casualidad que haya empezado este artículo con él. Si existe un Dios en la literatura de horror ése es Cthulhu, y Lovecraft es su profeta. Justo cuando ya creía conocer la verdadera naturaleza de Phobos, me encuentro con Déos, con ese escalofrío cósmico que subyace siempre presente en la obra del genio de Providence, y descubro que hay todo un iceberg por descubrir bajo las aguas oscuras de la razón. De su mano viene el resto del pulp, esta vez sí totalmente anglosajón, así como los clásicos: Machen, Dunsany, Blackwood, Shelley, Stoker... Y, más tarde, en una pirueta mortal con tirabuzón, el terror más moderno, con Stephen King y Peter Straub a la cabeza. Para entonces yo ya estaba irremisiblemente perdido y había decidido (pobre iluso) vivir de la letra impresa, convencido de que era la única manera de exorcizar a mis demonios. Ya había pasado por la fase de intentar alejar a escobazos al monstruo que se esconde debajo de mi cama, e incluso la cambié por una de ésas con canapé abatible, pero el muy ladino pasó a habitar el armario, justo en un hueco que hay entre las chaquetas de invierno y las camisas a rayas. Ahora, por las noches, asoma su feo hocico babeante y me dice que de tanto leer esa porquería de libros me he vuelto tonto, pero es curioso porque su voz se parece sospechosamente a las de mis padres, que siempre me advertían de que algo así me pasaría tarde o temprano.
Por cierto, mi próxima novela versará sobre el Necronomicón... ¿He dicho ya que el siguiente peldaño tras la fascinación es la obsesión, y que ésta en la Edad Media se consideraba de influencia diabólica? Cierto, amigos de Bolsi&Pulp, y por eso les recomiendo que dejen cuanto antes esos polvorientos y siniestros volúmenes que tratan de hechicerías y espiritismos, pues no duden que también les conducirá a la locura.
LEM RYAN
MIS ENGENDROS FAVORITOS:
SANGRE BAJO LA LUNA.
Publicada en Selección Terror Nº 587 de Bruguera, en Octubre de 1984.
Se trata de un thriller policíaco con la licantropía de fondo.
Publicada en California Nº 1400 de Bruguera, en marzo de 1983.
Incomprensiblemente hasta para el autor, la novela apareció en una colección del Oeste. Aunque la misma estaba ambientada en el oeste americano, trataba el tema del vampirismo.
SOMBRAS DEL CAOS.
Publicada en Héroes del espacio Nº 213 de Bruguera, en Octubre de 1984.
¡Una apasionante novela, con Lovecraft en estado puro!
5 comentarios:
Dios mio estoy emocionada!!!
Lem Ryan es mi autor favorito de los bolsilibros!
No se imaginan la felicidad que me causa leer algo escrito por él en este maravilloso blog.
Y más aún...¡Soy la primera en comentar, que gran honor!
Lem Ryan...¡TE AMO!
muchos besitos a Lem Ryan y a todos los chicos de bolsi&pulp
Hola que tal, soy Alejandro Solòrzano , Te interesa poner anuncios de texto en tus blog.
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Le rogamos nos remita los blogs , para poder revisarlos y calcular el nº de entradas aceptadas.
Alejandro Solórzano
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Persona de contacto : Oscar Alejandro Solorzano
Saludos cordiales.
Un excelente texto de Lem Ryan, sin duda alguna. Odiseo, Bolsi&Pulp se renueva cada día, con cada entrada, como uno de los máximos referentes de los Bolsilibros y la cultura popular a día de hoy. ¡Enhorabuena!
Muchas gracias por los cumplidos. Ha sido un placer y un honor colaborar con Bolsi&Pulp.
Quiero aprovechar la oportunidad, aunque ya se lo expresé en privado a Odiseo, para agradecer públicamente a los autores de esta web (y, por supuesto, a los lectores que la siguen) por todo el esfuerzo que dedican a reivindicar el pulp en español, labor ardua y seguro que en más de una ocasión poco gratificante. A todos y cada uno de ellos, y en la representación que me arrogo de todos esos escritores que en su día participaron en la aventura del bolsilibro, algunos por desgracia ya desaparecidos, MUCHAS GRACIAS.
Estimado Lem Ryan: Quiero agradecerle a usted, en nombre de todos los que trabajamos en Bolsi & Pulp por todo su tiempo, paciencia y buena voluntad, para colaborar con una sensacional reseña para nuestro ESPECIAL TERROR.
¡Muchísimas gracias! ¡Le mando un abrazo gigantesco!
También muchas gracias a toda la gente que comento y comenta siempre en nuestro blog, sus comentarios son nuestro alimento espiritual...¡Gracias!
Atte: Odiseo…..Legendario Guerrero Arcano.
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