La Saga del “Orden Estelar”, que comprende también
los periodos del Gran Imperio y la Superioridad, conforma el conjunto de obras
más populares del gaditano Ángel Torres
Quesada. Pero también escribió un puñado de excelentes bolsilibros de
ciencia ficción independientes, y “La
amenaza del infinito”, publicada en mayo de 1971 en LCDE, es uno de sus
relatos más logrados y entretenidos.
La novela narra
la historia de Marc Alevin, capitán
de una expedición a Plutón en busca de una nave espacial desaparecida con su
valioso cargamento. Tras encontrar los restos del naufragio, la tripulación,
con la intención de quedarse con el rico botín, se amotina y abandona a Alevin en el helado mundo, condenándole
a una muerte horrible. Pero en el último segundo, cuando nuestro héroe está a
punto de perecer, es salvado in extremis por unos alienígenas, humanos por otra
parte, llegados al Sistema Sol a bordo
de un navío estelar que sólo puede ser definido como extraordinario. Representantes
de una fabulosa Liga Estelar, que agrupa incontables mundos y razas, estos
alienígenas ponen a Marc al tanto de
su misión, que consiste en buscar nuevas civilizaciones y entablar relaciones
amistosas con las mismas. Los grhalladahnos, que tal es el nombre de los extraterrestres
pues proceden del planeta Grhalladah, que orbita en torno a una estrella de la
constelación del Cochero, así como sus
aliados de la Liga, están en guerra con los varvols, raza de entes diabólicos
que ni piden ni dan cuartel, y que se expanden por el universo como una plaga
de langosta. Enemigos declarados de cualquier forma de inteligencia que no sea
la suya propia, los varvols poseen un arma terrible, capaz de “apagar”, por así decirlo, una estrella.
Los grhadallahnos y sus aliados llevan largo tiempo combatiéndolos. Han
descubierto que, en su destructivo peregrinar por el cosmos, la flota varvol
llegará a los mundos de su Liga en apenas unas semanas, según el cómputo del
tiempo terrestre. Los grhadallahnos deben regresar a los mundos de la Liga para
ponerlos sobre aviso y tratar de hacer frente a los varvols. Pero los sistemas
energéticos de su nave necesitaban ser recargados, así que decidieron detenerse
en nuestro sistema, pues sus navíos estelares usan las estrellas amarillas,
como nuestro Sol, como fuente de energía. Al comprobar la existencia de un
planeta habitado en este sistema, y tras rescatar a Marc Alevin de una muerte segura, los grhadallahnos decidieron
avisar a la humanidad terrícola del terrible peligro que se cierne sobre ella,
utilizando al terrestre como emisario, y proporcionándole las pruebas
necesarias para dar verosimilitud a su historia. Incluso le muestran a Marc un varvol que retienen en su nave,
para que el terrestre pueda hacerse una idea del horror cósmico contra el que
debe luchar la humanidad.
La nave
alienígena da alcance al “Star”, el
navío de Alevin, con la intención de
que éste lo utilice para regresar a la Tierra y advertir a las autoridades del
peligro que representa la inminente llegada de los varvols. Los amotinados,
sorprendidos por la aparición de los grhadallahnos, no tienen otro remedio que
rendirse y ponerse de nuevo bajo el mando de Alevin, el cual no las tiene todas consigo. Poco antes, la muchacha
grhadallahna bajo cuyo cargo ha estado, y que dijo llamarse María, pues su nombre auténtico
resultaría impronunciable para él, le ha confesado que los grhadallahnos no
creen que los terrícolas puedan resistir durante mucho tiempo frente a los
varvols; pero que confían en que, al menos, puedan ralentizar a tan espantosas
criaturas lo suficiente para que la Liga esté en condiciones de combatirlos con
posibilidades de salir victoriosa. Tal revelación irrita a Alevin, a la par que le llena de tristeza, pues se ha enamorado de
la joven. Pero trata de reponerse, y obviando el aparente egoísmo de los
grhadallahnos, se dispone a cumplir su misión, mientras la nave grhaddalahna
emprende el regreso a los mundos de la Liga Estelar.
“La amenaza del infinito” posee los ingredientes propios de la
mejor “Space Opera”, revelándose como
una novela muy superior a la media de las publicadas hasta entonces por LCDE. Thorkent, alter ego literario de Torres Quesada, vuelve a sorprendernos
con un relato épico, en la mejor tradición de la novelística de aventuras. “La amenaza
del infinito” podría haber sido una estupenda novela larga, pues su
argumento, desarrollado en profundidad y con gran cuidado y esmero, habría
devenido sin duda en una más que correcta obra de ciencia ficción. Creo haberlo
dicho antes, pero no me importa repetirme: el formato bolsilibro se le quedaba
muy pequeño a Thorkent. Sus obras
largas más recientes así lo han demostrado. Si la inmensa mayoría de sus
bolsilibros de ciencia ficción poseen una calidad más que notable, ¿Qué cotas
podría haber alcanzado si hubiese podido desarrollar con más profundidad y
extensión sus argumentos?
Un último y
curioso detalle. En la batalla entre las flotas terrestre y varvol, las naves
de esos seres diabólicos ostentan un diseño “aracnoide”,
por definirlo de alguna manera, que las asemeja mucho a los navíos de los
Medusas de “La legión del espacio”,
de Jack Williamson, y a las
poderosas “naves sombra” de “Babylon 5”.
Antonio Quintana
Noviembre 2015
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