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lunes, 30 de noviembre de 2015

LA AMENAZA DEL INFINITO

 

 
 
La Saga del “Orden Estelar”, que comprende también los periodos del Gran Imperio y la Superioridad, conforma el conjunto de obras más populares del gaditano Ángel Torres Quesada. Pero también escribió un puñado de excelentes bolsilibros de ciencia ficción independientes, y “La amenaza del infinito”, publicada en mayo de 1971 en LCDE, es uno de sus relatos más logrados y entretenidos.

La novela narra la historia de Marc Alevin, capitán de una expedición a Plutón en busca de una nave espacial desaparecida con su valioso cargamento. Tras encontrar los restos del naufragio, la tripulación, con la intención de quedarse con el rico botín, se amotina y abandona a Alevin en el helado mundo, condenándole a una muerte horrible. Pero en el último segundo, cuando nuestro héroe está a punto de perecer, es salvado in extremis por unos alienígenas, humanos por otra parte,  llegados al Sistema Sol a bordo de un navío estelar que sólo puede ser definido como extraordinario. Representantes de una fabulosa Liga Estelar, que agrupa incontables mundos y razas, estos alienígenas ponen a Marc al tanto de su misión, que consiste en buscar nuevas civilizaciones y entablar relaciones amistosas con las mismas. Los grhalladahnos, que tal es el nombre de los extraterrestres pues proceden del planeta Grhalladah, que orbita en torno a una estrella de la constelación del Cochero,  así como sus aliados de la Liga, están en guerra con los varvols, raza de entes diabólicos que ni piden ni dan cuartel, y que se expanden por el universo como una plaga de langosta. Enemigos declarados de cualquier forma de inteligencia que no sea la suya propia, los varvols poseen un arma terrible, capaz de “apagar”, por así decirlo, una estrella. Los grhadallahnos y sus aliados llevan largo tiempo combatiéndolos. Han descubierto que, en su destructivo peregrinar por el cosmos, la flota varvol llegará a los mundos de su Liga en apenas unas semanas, según el cómputo del tiempo terrestre. Los grhadallahnos deben regresar a los mundos de la Liga para ponerlos sobre aviso y tratar de hacer frente a los varvols. Pero los sistemas energéticos de su nave necesitaban ser recargados, así que decidieron detenerse en nuestro sistema, pues sus navíos estelares usan las estrellas amarillas, como nuestro Sol, como fuente de energía. Al comprobar la existencia de un planeta habitado en este sistema, y tras rescatar a Marc Alevin de una muerte segura, los grhadallahnos decidieron avisar a la humanidad terrícola del terrible peligro que se cierne sobre ella, utilizando al terrestre como emisario, y proporcionándole las pruebas necesarias para dar verosimilitud a su historia. Incluso le muestran a Marc un varvol que retienen en su nave, para que el terrestre pueda hacerse una idea del horror cósmico contra el que debe luchar la humanidad.

La nave alienígena da alcance al “Star”, el navío de Alevin, con la intención de que éste lo utilice para regresar a la Tierra y advertir a las autoridades del peligro que representa la inminente llegada de los varvols. Los amotinados, sorprendidos por la aparición de los grhadallahnos, no tienen otro remedio que rendirse y ponerse de nuevo bajo el mando de Alevin, el cual no las tiene todas consigo. Poco antes, la muchacha grhadallahna bajo cuyo cargo ha estado, y que dijo llamarse María, pues su nombre auténtico resultaría impronunciable para él, le ha confesado que los grhadallahnos no creen que los terrícolas puedan resistir durante mucho tiempo frente a los varvols; pero que confían en que, al menos, puedan ralentizar a tan espantosas criaturas lo suficiente para que la Liga esté en condiciones de combatirlos con posibilidades de salir victoriosa. Tal revelación irrita a Alevin, a la par que le llena de tristeza, pues se ha enamorado de la joven. Pero trata de reponerse, y obviando el aparente egoísmo de los grhadallahnos, se dispone a cumplir su misión, mientras la nave grhaddalahna emprende el regreso a los mundos de la Liga Estelar.

 
“La amenaza del infinito” posee los ingredientes propios de la mejor “Space Opera”, revelándose como una novela muy superior a la media de las publicadas hasta entonces por LCDE. Thorkent, alter ego literario de Torres Quesada, vuelve a sorprendernos con un relato épico, en la mejor tradición de la novelística de aventuras. “La amenaza del infinito” podría haber sido una estupenda novela larga, pues su argumento, desarrollado en profundidad y con gran cuidado y esmero, habría devenido sin duda en una más que correcta obra de ciencia ficción. Creo haberlo dicho antes, pero no me importa repetirme: el formato bolsilibro se le quedaba muy pequeño a Thorkent. Sus obras largas más recientes así lo han demostrado. Si la inmensa mayoría de sus bolsilibros de ciencia ficción poseen una calidad más que notable, ¿Qué cotas podría haber alcanzado si hubiese podido desarrollar con más profundidad y extensión sus argumentos?

Un último y curioso detalle. En la batalla entre las flotas terrestre y varvol, las naves de esos seres diabólicos ostentan un diseño “aracnoide”, por definirlo de alguna manera, que las asemeja mucho a los navíos de los Medusas de “La legión del espacio”, de Jack Williamson, y a las poderosas “naves sombra” de “Babylon 5”.

 
Antonio Quintana
Noviembre 2015

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