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lunes, 19 de enero de 2015

MUERTE EN LA ESTRATOSFERA

 
 
 
 
 
En los años 50 la Guerra Fría estuvo a punto de entrar en una fase “caliente” en varias ocasiones, debido a la prepotencia y matonismo de la Unión Soviética, que trataba de extender el comunismo por el mundo a cualquier precio. La actitud norteamericana tampoco ayudaba mucho a mantener la paz, pues la política de contención del comunismo inaugurada por Harry Truman fomentaba el enfrentamiento. El espectro de una guerra nuclear planeaba sobre el mundo, y en este ambiente vio la luz “Muerte en la estratosfera”, un bolsilibro de Pascual Enguídanos (George H. White) publicado por Valenciana en su estupenda serie “Luchadores del espacio” con el nº 27 de la misma.  Enguídanos, preocupado como muchos de sus contemporáneos por el cariz de las relaciones entre USA y la URSS, que amenazaban  la paz mundial, pergeñó un relato donde especulaba sobre cómo podría ser una guerra atómica. La novela, cuya acción se desarrollaba en un futuro más bien cercano, quizá en la década de los 60, no tenía muchos elementos de ciencia ficción, pero exponía con descarnada claridad lo que podría llegar a ocurrir si Estados Unidos y Rusia se dejaban arrastrar por la paranoia belicista inspirada por  sus diferencias ideológicas. Puesto que transcurría en el futuro, su inclusión en “Luchadores…” resultaba lógica, aunque no se tratara, en puridad, de un bolsilibro de tema fantástico, sino una oscura premonición del destino que le aguardaba a la humanidad si ambas superpotencias acababan  por enfrentarse militarmente. En este sentido, la novela de Enguídanos funcionaba como un relato ficticio que advertía sobre una terrible posibilidad, y en eso radica su interés.
 
En general, la obra sigue los esquemas narrativos característicos de la primera parte de “La saga de los Aznar”, con batallas aéreas sin cuento y la destrucción atómica esparciéndose por doquier. Enguídanos poseía una gran habilidad para describir la acción bélica, y en “Muerte en la estratosfera” nos ofrece un pormenorizado relato de un conflicto que por aquel entonces representaba una amenaza real. Los problemas personales del protagonista, David Stewart, son accesorios y sólo sirven para dotar a la obra del romance que exigían público y editores. Lo importante es la acción bélica, la descripción de la guerra atómica, y en este punto el novelista valenciano pasó la prueba con nota. Porque a pesar de su carácter de novela concebida como puro entretenimiento, “Muerte en la estratosfera” logra trascender su condición de modesta obra de evasión gracias a la inclusión de una nota preliminar del autor, en la que éste explica sucintamente los motivos que le impulsaron a escribir el relato, a la vez que hace un llamamiento en favor de la paz. Esa sencilla nota le confiere a “Muerte en la estratosfera” un significado mucho más profundo de lo que pudiera dar a entender, en principio, su por otra parte algo tópico argumento, pues en dicha introducción Enguídanos se nos revela como un amante de la paz—el término “pacifista” ya ha sido corrompido en exceso por los seguidores de la “corrección política”—, sinceramente preocupado por el porvenir inmediato de la humanidad. Así, las novela que nos ocupa se destaca como uno de los mejores títulos independientes de su autor, y como un relato característico de aquellos años. No mucho tiempo después, lo descrito por Enguídanos  estuvo a punto de hacerse realidad cuando, en un alarde de insensata chulería, de la que quizá Kruschev no fue tan responsable como pudiera parecer,  pues se hallaba a merced de los personajes más extremistas del Kremlin, la URSS comenzó a construir plataformas de lanzamiento y a estacionar misiles nucleares en Cuba.
 
El protagonista pilota un aparato VTO, un caza de despegue vertical descrito con detalle por el autor. Aquí quizá se le fue algo la mano, porque describe este tipo de avión como una combinación de reactor dotado de hélice. En teoría, la hélice se emplea para el despegue vertical, aunque también sirve para propulsar el aparato cuando no se desea utilizar el motor a reacción. En un momento de la acción, Enguídanos nos cuenta que el aeroplano del protagonista se desplazaba a 1.000 k/h impulsado por su hélice, lo que no parece posible. Durante la Segunda Guerra Mundial se diseñaron cazas muy veloces, pero se descubrió que los motores de pistón, los que llevaban los aparatos de hélice, no resultaban eficaces en velocidades superiores a los 730 k/m. Los aparatos de hélice más veloces fueron el “Lockheed P-38 Lightning”, que alcanzaba 666 km/h, el “North American P-51 Mustang”, con 703 km/h, el “Republic P-47 Thunderbolt”, que desarrollaba 700 km/h,  y el “Vought F4U Corsair” con 718 km/h por parte estadounidense. Los británicos desarrollaron el fantástico “De Havilland Mosquito”, que llegaba hasta los 668 km/h, el “Hawker Typhoon”, con 663 km/h, y el “Supermarine Spitfire PR Mk XI”, de 655 km/h. Después de la guerra los ingleses aún desarrolaron un caza de hélice, el “Hawker Tempest Mk II”, capaz de llegar a los 708 km/h. Los rusos lanzaron el “Lavochkin La-5”, caza-bombardero que llegaba hasta los 648 km/h,  el “Mikoyan-Gurevich MiG-3” de 640 km/h y el “Yakolev Yak-1”, con 600 km/H. La industria aeronáutica italiana puso en liza el “Macchi MC. 205V Veltro”, un caza que llegaba a los 642 km/h.  Alemania puso en combate el “Messerschmitt BF-109”, con 621 km/h y el fabuloso “Focke Wulf FW 190”, capaz de volar a 640 km/h. Fueron los alemanes los primeros en desarrollar reactores eficaces y también en emplearlos en combate, con tres modelos que se convirtieron en una auténtica pesadilla para los pilotos aliados. El “Messerschmitt Me 163 Komet” volaba a nada menos que 955 km/h, y el bombardero de reconocimiento “Arado Ar 234 BLITZ” a 780 km/h en su versión cuatrimotor. El más eficaz de todos fue el “Messerschmitt 262A-2”, con 780 km/h de velocidad máxima, cuyo diseño sería estudiado posteriormente por los americanos, que emplearían la configuración de sus alas en el estupendo “North American F-86F Sabre”. Los británicos construyeron el “Gloster Meteor”, un caza monoplaza a reacción cuya alta velocidad, 962 km/h, lo hacía ideal para “cazar” las bombas volantes que los nazis lanzaron sobre Inglaterra en los últimos meses del conflicto.
 
En cuanto a los aviones VTO descritos por Enguídanos, obviando el asunto de las hélices, parecen basarse en los experimentos previos realizados por diversas compañías aeronáuticas para desarrollar un caza de despegue vertical, susceptible de ser empleado tanto por la marina de guerra como por el ejército del aire. Cuando Enguídanos escribió “Muerte…” este tipo de aeronaves estaban en fase de estudio, pero muy pronto se convertirían en una realidad merced a los esfuerzos combinados de las compañias “Aerospace” británica y la “McDonnell Douglas” estadounidense, que en 1969 alumbraron el “Harrier GR. 1”, el primer avión de despegue vertical operativo del mundo.
 
Por otra parte, en su novela Enguídanos presenta una coalición Rusochina que se consideraba lógica en el momento en que el valenciano escribió su relato. No obstante, la amistad y colaboración entre la URSS y la China roja se rompió a mediados de los 60, cuando Kruschev descubrió la clase de tarado que era Mao, quien contemplaba la posibilidad de una guerra atómica con una frialdad inquietante, por lo que el “premier” soviético decidió no seguir apoyando a los chinos en su intento de desarrollar un arma nuclear. Por desgracia ya era demasiado tarde, pues los chinos consiguieron detonar su primera bomba atómica en 1964, en parte gracias a lo que habían aprendido de los técnicos rusos.
 
Dejando a un lado estas apreciaciones, la novela de Enguídanos es realmente magnífica y ofrece una visión sombría, por lo realista, del horror que desencadenaría un conflicto nuclear. Aunque se sugiere una “victoria” de Occidente, el tono final del relato es más bien pesimista, remitiéndonos a aquel adagio que dice: “En una guerra nadie vence jamás”. Palabras que, como parece darnos a entender el autor, adquieren un significado mucho más siniestro cuando se trata de una guerra atómica.


Antonio Quintana
Enero de 2015

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