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miércoles, 6 de julio de 2011

LOU CARRIGAN: EL SABOR DEL MEJOR WESTERN


NOTA: Al final del artículo hay unas palabras del maestro LOU CARRIGAN.

POR ANTONIO QUINTANA CARRANDI


El género más popular de la literatura bolsilibresca fue el western, seguido muy de cerca por la llamada “novela rosa”. Durante la época de esplendor de los bolsilibros, que abarcó desde los años cuarenta hasta mediados de los ochenta del siglo pasado, se publicaron en España millares de novelas de esta temática. La novela “de vaqueros” representó durante mucho tiempo un negocio seguro para los editores, y en consecuencia, proliferaron las editoriales centradas preferentemente en el pujante mercado de la “novela de a duro”. Se trataba de novelas de consumo, literatura “barata” según algunos indocumentados, pensada para leer y tirar. El editor Francisco Bruguera las definía como “novelas de autobús o de Metro”, ya que era habitual ver a los usuarios de estos medios de transporte entretenerse durante los tediosos trayectos leyendo un bolsilibro. Nuestros mayores aún recuerdan, con un puntito de nostalgia, aquellos tiempos en que era normal ver a casi todo el mundo con su novela encima; de aventuras y acción los hombres, de romances imposibles ellas.

Editadas en papel de baja calidad y toscamente encuadernadas, aquellas modestas novelas gozaron de una difusión extraordinaria, que todavía hoy sorprende a los estudiosos. Eran, como he dicho, novelitas pensadas para leer y tirar, pero el caso fue que nadie las tiraba. Hasta hace poco proliferaban en España los llamados “cambios de novelas”, librerías y tiendas de todo tipo en las que, por una módica cantidad, se podían cambiar los bolsilibros ya leídos por otros. Este tipo de actividad comercial contribuyó notablemente a la expansión de la novela popular, convirtiéndola en un fenómeno cultural de masas que en su día fue vilmente despreciado por los intelectuales, que llegaron a calificar estas obras de “embrutecedoras”, lo que dice mucho sobre la verdadera capacidad “intelectual” y el sentido común de aquellos caballeros. Los bolsilibros no fueron embrutecedores, ni mucho menos; ni siquiera los del Oeste, que junto con los “rosa” serían los más denostados por esa intelectualidad sectaria y corta de miras. Según la opinión de esos gurus de la Cultura elitista, esa clase de novelas “no ayudaron a mejorar el nivel cultural de los españoles”, lo cual no deja de ser una falacia, pues fomentaron el hábito de leer entre las masas obreras, lo que ya de por sí es un logro considerable. Por otra parte, la llamada “literatura seria”, al menos la que se escribía en España en aquellas calendas, tampoco ayudó a cambiar las cosas en ese aspecto, pues fue una literatura “de clase”, para las elites, sin ninguna vocación de llegar a los lectores de cultura media. Contempladas las cosas con la perspectiva que ofrece el paso del tiempo, lo que ha quedado claro es que los escritores de bolsilibros definían mejor las aspiraciones y los gustos de los españoles que otros autores más respetados, como Marsé, Umbral o el mismísimo Cela, por ejemplo.
Aclarado esto, es necesario reconocer que la mayor parte de los bolsilibros publicados en España adolecían de una lamentable falta de calidad. A mi juicio, esto pudo deberse tanto al estajanovista ritmo de trabajo al que estaban sometidos los autores, como al hecho de que muchos de ellos escribieran sólo para comer, por lo que trabajaban sin más motivación que acabar la obra cuanto antes para cobrarla. Pero también abundaron los que amaban su profesión y procuraban ofrecer al lector buenos textos, en la medida en que lo permitían los estrechos márgenes de maniobra entre los que se veían obligados a desarrollar su labor de creación literaria. Y entre éstos últimos destacaron media docena de autores que, contra viento y marea, dignificaron la novela popular, logrando ofrecer al público un puñado de obras muy estimables.

En el género western, que es el que nos ocupa, el Rey indiscutible fue José Mallorquí, considerado aún hoy el más grande entre los grandes autores de novela de aventuras en lengua española. Muchos fueron los que trataron de seguir su estela, pero sólo otro novelista ha sido capaz de alcanzar la misma categoría profesional que Mallorquí como autor de novelas del Oeste: el Maestro barcelonés Lou Carrigan.
Nuestro admirado escritor, y buen amigo, Antonio Vera Ramírez, Lou Carrigan, publicó su primera novela en 1959. Se trataba de un western titulado UN HOMBRE BUSCA A OTRO HOMBRE, primero de una vasta producción de relatos del Oeste que harían de Lou uno de los más afamados autores del género. Por aquel entonces, los quioscos estaban saturados de novelas de esta temática, siendo sus autores más representativos el ya citado Mallorquí y el muy famoso, aunque bastante ramplón, Marcial Lafuente Estefanía. Ambos escritores representaban la cara y la cruz, lo mejor y lo peor, del bolsilibro del Oeste. Había docenas, tal vez cientos de autores dedicados al género, y debía de ser muy difícil destacar entre aquella legión de “forzados de la pluma”. Carrigan lo consiguió en un tiempo récord, despuntando como uno de los mejores narradores de aventuras vaqueras y policiales.
Los bolsilibros en general, y los del Oeste en particular, se ajustaban a unos moldes poco flexibles. Concebidos como un producto industrial, los esquemas, situaciones, diálogos y desenlaces que presentaban se repetían hasta la saciedad. Las editoras exigían que las novelas respondiesen plenamente a las expectativas de unos lectores con un bagaje cultural medio o bajo, y por lo tanto no demasiado exigentes. Dicho de otro modo: se esperaba que los argumentos fueran predecibles y poco o nada originales. Carrigan y otros, entre los que cabe citar a Clark Carrados, Fidel Prado, Silver Kane, Frank Caudett y Donald Curtis, se vieron obligados a respetar estas premisas; pero todos ellos soslayaron como pudieron las limitaciones editoriales, ofreciendo a sus lectores novelas de una calidad muy superior a la media habitual en la industria bolsilibresca. Cada uno de ellos contó con legiones de seguidores en todo el mundo de habla española, pero el nivel más alto lo alcanzó Lou.
La clave del éxito de Carrigan —hablo como lector adicto, no como experto, cosa que no soy— residió no tanto en las historias que contaba, sino en cómo las contaba. Las novelas de Lou son relatos clásicos del Oeste, respetuosos con los tópicos y las convenciones del género. Pero cuando uno lee una de ellas, se da cuenta enseguida de que a Carrigan le venían pequeños el formato y la extensión del bolsilibro. Con un estilo claro, directo, caracterizado por su inmediatez, los western de Carrigan seducían al lector desde la primera página. No importaba cuán manido pudiera parecer el argumento; Lou, haciendo gala de una habilidad sorprendente, siempre conseguía darle una cierta pátina de originalidad incluso al cliché más gastado. La fuerza de sus historias emanaba tanto de la cuidadosa elaboración de sus tramas argumentales como de sus personajes, creados con mimo por un autor que no sólo es un buen conocedor del género humano y sus debilidades, sino que también está dotado de una aguda intuición psicológica. Unos personajes bien dibujados, que actúen como personas de carne y hueso y no como estereotipados héroes de papel, pueden convertir un bolsilibro del montón en una buena novela. Carrigan demostró esto cientos de veces. Los hombres y mujeres que describe en sus obras se nos antojan casi personas reales. Esta impresión se acentúa gracias a los fabulosos diálogos que construye Lou, verdaderas piezas de ingeniería literaria que realzan aún más la sensación de realismo que desprende cualquier novela suya. Construir un diálogo es una de las tareas más difíciles para un narrador, y Carrigan es un Maestro en esto, como en muchas otras cosas. Muchos autores de bolsilibros —omito, por respeto, sus seudónimos— estropeaban sus obras salpicándolas de auténticos “diálogos para besugos”, utilizándolos torpemente para hacer avanzar la acción. Lou, por el contrario, sabe que un buen diálogo basta para definir los caracteres de los personajes, sin necesidad de otros elementos adicionales, y que debe ser natural, progresivo, significativo, dinámico y ágil. En consecuencia, emplea el diálogo con profusión pero en su justa medida. Y la verdad es que hay pocos novelistas capaces de construir diálogos tan memorables como el Maestro barcelonés.

Otro personalísimo rasgo del estilo narrativo carriganiano es su modo de afrontar las escenas de acción, que en el Western, dadas las características del género, tienen una importancia capital. He leído muchos buenos bolsilibros del Oeste que al final me decepcionaron, debido a la forma un tanto burda en que sus autores resolvían los tiroteos. El muy sobrevalorado Estefanía atajaba el asunto con frases simplonas y ridículas, que en realidad no describían nada; cosas como ésta: “Johnny disparó desde las fundas”. Cualquiera que conozca un poco la historia del Oeste americano y entienda algo de armas, sabe que eso de “disparar desde las fundas” es una estupidez. Normalmente, la pistolera iba sujeta al muslo por una correílla, para que se mantuviese firme y resultará más fácil extraer el arma en caso de necesidad. Para disparar sin desenfundar, como sugería Estefanía, aparte de soltar dicha correílla habría que poner horizontal el conjunto revólver-pistolera, algo nada fácil de conseguir, dada la configuración de los cintos. Pero es que además, aunque lograra hacerlo, el vaquero tendría que abrir fuego en una posición muy forzada y harto incómoda, con lo cual los tiros quedarían muy cortos; más aún, resultaría imposible apuntar, y es dudoso que consiguiera alcanzar en un punto vital a su oponente, por muy cerca que estuviese de éste. Tal vez conseguiría herirlo levemente; pero el otro podría desenfundar su propio revólver y abatirlo con relativa facilidad. En los anales del Oeste americano no existe crónica, anécdota o leyenda en la que se mencione eso de “disparar desde las fundas”, por lo que debemos colegir que se trata, simplemente, de un pobre recurso literario ideado por Estefanía u otros para simplificar la resolución de las escenas de acción de sus obras.
Otros autores lograron describir, con bastante acierto, buenas secuencias de acción; pero nadie lo ha hecho mejor que Carrigan. Ni siquiera Mallorquí, a quien en este punto Lou supera con creces. La extraordinaria pericia narrativa de Carrigan alcanza su cénit en esos tiroteos descritos con pulso cinematográfico, capaces de crear en la mente del lector la ilusión de que se encuentra en una oscura sala de cine, asistiendo a la proyección de un Western de buena factura. La habilidad de Lou para presentar la acción física alcanzaría sus más altas cotas de perfección en sus obras policiales y de espionaje, especialmente en las protagonizadas por la sin par Baby, salpicadas de impresionantes tiroteos y espectaculares luchas cuerpo a cuerpo.
El Western, como género épico, se nutre de las leyendas forjadas durante la expansión colonizadora por las tierras del Oeste de los EE UU durante el siglo XIX. La más apreciada por Lou es la de los Rangers de Texas (Rurales los llama él), esforzados agentes de la ley que devinieron, tanto por sus propios méritos como por obra y gracia de la literatura de aventuras primero, y del cine después, en arquetípicos héroes del más genuino Fart West. Creados en 1823, como una milicia para proteger a los colonos de Texas de los ataques de los comanches, alcanzaron pronto una reputación casi mítica. Tomaron parte en la guerra contra Méjico, y tras declararse Texas República independiente, fueron la columna vertebral de sus fuerzas del orden. Lucharon de nuevo contra los mejicanos durante el conflicto de 1846-1849, y continuaron ejerciendo funciones de policía cuando Texas fue admitida como nuevo Estado de la Unión. Durante la Guerra de Secesión se disolvió el cuerpo, pues todos sus miembros se alistaron en los regimientos de caballería organizados a toda prisa en el Estado de la Estrella Solitaria. Finalizada la contienda, Texas fue ocupada por el ejército yanky, que se encargó de las funciones policiales. Hubo una “policía del Estado” creada por el gobernador F. J. Davis en 1870, formada por agentes negros bajo el mando de oficiales blancos, que muy pronto fue tachada de corrupta y acusada de estar al servicio de los intereses nordistas. Por otra parte, los policías negros, analfabetos la mayoría de ellos y difíciles de controlar, fueron acusados de numerosas tropelías, lo que redundó en un aumento de la inquina tejana hacia ellos. Tan pronto como el ejército de la Unión se retiró de Texas, las autoridades procedieron a reorganizar a los Rangers, que a partir de 1874 llevaron la ley y el orden hasta el último rincón del Estado, alcanzando una fama sólo comparable a la de la Real Policía Montada del Noroeste, o Policía Montada del Canadá. Los rangers llevaron a cabo hazañas que todavía hoy son recordadas con admiración, y algunos de ellos (Bass Outlaw o John Armstrong, por ejemplo) gozan de la misma fama que Wild Bill Hickok, Búfalo Bill o Wyatt Earp. El cuerpo sigue existiendo hoy día, integrado en el Departamento de Seguridad Pública de Texas, y sus miembros, pocos pero muy escogidos, continúan llevando con hombría, que diría Carrigan, su inconfundible insignia: una estrella de cinco puntas dentro de un círculo, con la inscripción Texas Rangers.
Nuestro Lou hizo suya la mítica de los rangers, convirtiéndolos en protagonistas de muchas de sus novelas, que figuran entre mis favoritas. Títulos como CUARTEL DE RURALES, LLEGA UN RURAL, LA FIERA ACORRALADA o SIEMPRE GANAN LOS RURALES, por citar sólo unas pocas, son buenos ejemplos de la atención que el Maestro barcelonés prestó a tan abnegados paladines de la justicia. De hecho, la mayor parte de los westerns de Lou o bien se desarrollan en Texas, o bien están protagonizados por tejanos, lo cual tal vez sea muy significativo. ¿Tiene nuestro apreciado novelista alguna querencia especial por el Estado de la Estrella Solitaria? Así parece ser, a juzgar por el elevado número de sus obras ambientadas en aquellas tierras. Una de ellas, EL VALLE QUE QUEDÓ EN EL OLVIDO, publicada en 1972 con el nº 479 de la colección Rurales de Texas, de Rollán, recibió los elogios del asesor literario de la editorial, quien en su informe a sus superiores la calificó de extraordinaria, recomendando que se informase de ello al autor y se le felicitara por tan lograda novela.
Con la llegada de la democracia a España, y la consiguiente abolición de la censura, Carrigan pudo ampliar los registros de sus novelas, añadiendo a sus relatos un cada vez más acusado tono erótico, aunque sin llegar nunca a los excesos cuasi pornográficos en los que cayeron varios de sus colegas. La novedosa permisividad erótica indujo a muchos autores de bolsilibros a describir escenas “fuertes”, la mayoría de las veces sin que vinieran a cuento, sólo para satisfacer el morbo de ciertos lectores con poco seso y así vender más. La lista de escritores que se sumaron a esta, por fortuna, pasajera moda sería interminable. De hecho, dejé de leer a muchos de ellos precisamente por esta razón, pues llegaron a publicarse bolsilibros cuyo argumento parecía haber sido concebido sólo para insertar casi en cada capítulo una de esas escenas de “alto voltaje”, por definirlas de alguna manera. Hubo, no obstante, novelistas que supieron adaptarse a la nueva situación. Carrigan fue uno de ellos, y aunque empezó a incluir en sus textos abundantes referencias al sexo, amén de algunas escenas muy sugestivas, nunca perdió el norte en este sentido. Los pasajes eróticos que pueden rastrearse en sus obras, sobre todo en las escritas a partir de 1977, están perfectamente integrados en las tramas argumentales de las mismas, complementándolas sin anularlas, como por desgracia sucedía en las obras de otros escritores.

Algunas novelas de Lou, entre ellas varias del Oeste, fueron llevadas al cine entre las décadas de los sesenta y setenta, con resultados muy aceptables, considerando el nivel de la cinematografía española de la época. La moda del Spaguetti Western animó a unos cuantos productores, que se arriesgaron a producir películas basadas en bolsilibros del Oeste de los autores más conocidos. Mallorquí fue adaptado al menos en tres ocasiones, en dos filmes basados en el personaje de “El Coyote” y uno en la saga de los “Dos hombres buenos”. Clark Carrados colaboró en el guión de EL SECRETO DEL CAPITÁN O´HARA, basado en su obra EL CAPITÁN FRACASOS. Sin embargo, y admitiendo que los datos que manejo sean correctos, Carrigan fue el autor más adaptado, con seis largometrajes basados en otras tantas novelas suyas, uno de Guerra, uno de gángsteres, y cuatro del Oeste. VEINTE PASOS PARA LA MUERTE, LA DILIGENCIA DE LOS CONDENADOS, LOS BUÍTRES CAVARÁN TU FOSA y UN COLT POR CUATRO CIRIOS fueron westerns sencillos pero eficaces, que en su momento funcionaron bastante bien en taquilla, demostrando que Lou no sólo era un novelista excepcional, sino que también se desenvolvía admirablemente como guionista.
Los bolsilibros, que a todos los efectos parecían haber desaparecido para siempre, están conociendo un nuevo auge gracias a las nuevas tecnologías. La red no sólo facilita el contacto entre los aficionados a la literatura bolsilibresca; ofrece, también, una plataforma única para reivindicar a unos autores que ejercieron su profesión con dignidad y dedicación, y que para muchos de nosotros son auténticas leyendas de la literatura de aventuras. Entre ellos destacará siempre, muy por encima del resto de sus colegas, Antonio Vera Ramírez, Lou Carrigan. El novelista que revitalizó el bolsilibro del Oeste, dotándolo de un interés y una espectacularidad nunca vistos desde los tiempos de Mallorquí.

* * *

NOTA DE LOU CARRIGAN:

No es la primera vez que Antonio escribe sobre mi trabajo, y lo hace en unos términos que me abruman por su entusiasmo. Todo lo que dice es una pura lisonja, y sería absurdo negar la satisfacción que me causa su opinión…, sobre todo porque sé que es una opinión sincera, honesta y entendida. Lo que no podemos dudar de ninguna manera es que sus escritos están muy bien trabajados tanto en lo literario como en lo documental. No en vano es un colaborador habitual de BOLSI&PULP (el blog más importante de América Latina en literatura popular), al cual podéis acceder por medio de mi enlace Leofumopio y Odiseo. Aquí, en Bolsi, mi también querido amigo Odiseo, director del blog, trabaja incansablemente no sólo como expertísimo en literatura popular, sino como comentarista de los hechos más actuales y notorios que acaecen en las Américas… Como suele decirse, Dios los cría y ellos se juntan. Y yo les doy las gracias a los dos…
LOU CARRIGAN.

1 comentario:

ODISEO dijo...

Excelente artículo del amigo Quintana, que es uno de nuestros mejores columnistas en Bolsi & Pulp.

Totalmente de acuerdo con todo lo que dice, sobre todo con lo de Estefania, que para mí es uno de los peores del Western, de hecho comparto la opinion de algunos que le dicen justificadamente: "Mierdafania".

Pero encontre mucho mejor todavía, las bellas palabras finales del maestro Lou Carrigan… ¡Muchas gracias Maestro!

Y tal como dice nuestro amigo Quintana, hay seis de las novelas del maestro adaptadas al cine. De hecho en Bolsi & Pulp uno de nuestros puntos de la entrevista a su persona, hablamos en profundidad de dichas novelas.

Los interesados pueden ver esa información aca:

http://encontretuslibros.blogspot.com/2008/02/entrevista-lou-carriganpunto-e-sus.html

¡Felicitaciones por el genial artículo amigo Quintana!

¡Un abrazo a todos y saludos bolsilibrescos!

Atte: ODISEO...Legendario Guerrero Arcano.