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miércoles, 20 de enero de 2010

LA SARGENTO BROWN, CULPABLE DE ASESINATO





Número 1658 de la longeva serie policial Servicio Secreto de Bruguera, aparecida en mayo de 1982 con cubierta de Fabá, La sargento Brown, culpable de asesinato es uno de los mejores thrillers de la vasta producción lechana.

El protagonista de nuestra historia, Neil Parr, acaba de doctorarse en Derecho y se dispone a iniciar una nueva vida. Tiempo atrás, Parr fue un auténtico bala perdida por el que nadie daba dos centavos, pero la afortunada intervención de una enérgica mujer policía, la sargento Peggy Brown, y los sensatos consejos de su tío, el doctor Parr, decano de la Facultad de Derecho, indujeron a Neil a sentar la cabeza. Su primer caso como abogado le permitirá devolver a Peggy Brown los muchos favores que le hizo en el pasado, ya que la bella oficial de policía ha sido acusada de un crimen. Para acabar de fastidiar las cosas, Peggy ha huido, encontrándose en paradero desconocido, lo que hace aumentar las sospechas sobre ella. Neil, que se considera en deuda con la sargento, se entrevista con el capitán de Homicidios, Mulroney, encargado de la investigación. Éste no ve con buenos ojos a Parr, conocido anteriormente en el mundillo del hampa de bajos vuelos por el apelativo de Piernas Largas, en clara referencia a su habilidad para escapar después de su labor de descuidero. Pero ahora Parr es todo un letrado y al adusto policía no le queda más remedio que soportarle. Eso sí; le deja bien claro que no puede ejercer de defensor de Peggy hasta tener el consentimiento firmado de ésta, cosa difícil de conseguir porque, como se ha dicho, la joven está desaparecida.


Inmune al desánimo, Neil recurre a sus viejos contactos de sus tiempos de delincuente, iniciando unas investigaciones que le llevan al convencimiento de que a Peggy le han tendido una trampa. La prueba de que esto es así la tiene cuando recibe amenazas, conminándole a dejar el asunto de la sargento Brown como está. Pero nuestro protagonista es un hombre de recursos y sale airoso de todas las encerronas que le tienden. Por otra parte, logra encontrar a Peggy, que se había ocultado en una cabaña en el campo, y convencerla para que se entregue. Por un momento, la mujer duda y trata de huir, lo que obliga a Neil a dejarla sin sentido de un puñetazo. Ya repuesta, Peggy recapacita y acepta lo inevitable, comprendiendo que Neil Parr es su única esperanza de salir bien librada de todo el embrollo. La situación no es ciertamente nada halagüeña. Peggy acudió a casa de la víctima, Heston Gregory, a altas horas de la noche, sin justificación aparente, aunque ella insiste en que fue el propio Gregory quien la llamó. Por si fuera poco, al individuo le mataron con el revólver reglamentario de la chica. Ella jura que se lo robaron, pero las únicas huellas encontradas en el arma son las suyas. El caso se va complicando por momentos, mas Neil Parr, dando muestras de una inteligencia fuera de lo común y de una extraordinaria capacidad deductiva, y auxiliado por sus viejos amigos de su época de descuidero de coches, entre los que destaca Jory Mittaw, alias Pico Fino, va desenrollando la madeja poco a poco, sacando a la luz los oscuros intereses que se ocultan tras el asesinato de Gregory, y demostrando al mismo tiempo la inocencia de su cliente.

Como siempre, Lecha nos ofrece un relato ameno, que se lee sin sentir hasta su estupendo final. A estas alturas de su carrera, el riojano ya había desarrollado un depuradísimo estilo narrativo, mucho más apreciable en sus novelas policíacas que en las de cualquier otro género. Sus mejores thrillers los escribió, a mi juicio, en las décadas de los 70 y 80, y La sargento Brown… destaca como uno de los más interesantes. La hábil mezcla de intriga, suspense y acción, inteligentemente aliñada con unas gotas de humor y erotismo, convierten esta obra en un pequeño clásico de la novela popular.

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