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lunes, 19 de diciembre de 2011

EL PLANETA HOMBRE


POR ANTONIO QUINTANA CARRANDI


Esta es una de las novelas de a duro que más me impresionaron en su momento. Llegó a mis manos en agosto de 1981, procedente de la tienda de golosinas, juguetes y cambio de novelas y tebeos de mi amiga Josefina, Chefi para los amigos. Lo recuerdo como si hubiera ocurrido ayer mismo. Me había quedado sin lectura que llevarme a los ojos, así que cogí unas cuantas novelillas de Estefanía, cuyo estilo nunca me gustó, y me dirigí a la tienda de mi amiga dispuesto a escarbar entre pilas de bolsilibros en busca de algo de ciencia-ficción. Hubo suerte y volví a casita con cinco novelitas, dos de Carrados, una de Thorkent, otra de Trevor Sanders y la última de Lou Carrigan. EL PLANETA HOMBRE … ¡Qué título tan intrigante! recuerdo que pensé. De modo que, ni corto ni perezoso, me eché la novelilla al bolsillo trasero del pantalón, agarré un bocadillo de salchichón, una manzana y una lata de Coca-Cola y emprendí el camino de un apartado rincón campestre, en el que se hallaba (y todavía se halla a Dios gracias) una antigua capilla. Era aquel uno de mis rincones favoritos para leer. Quedaba un poquito lejos, en lo alto de una colina bastante cansada de subir. Una buena caminata. Pero era un paraje idílico, como los que describe Carrados a menudo en sus obras, y como normalmente no subía casi nadie por allí, se podía leer tranquilamente sentado bajo un roble centenario y escuchando el trino de los pájaros. Una gozada. Hace tiempo que no voy por ahí, pues temo no encontrar ya ni rastro del lugar en el que pasé algunas de las horas más felices de mi vida.

El caso es que me sumergí en la novela de Carrados y al poco me quedé con la boca abierta… Pero será mejor que cuente de qué va la historia, para que podáis comprender mejor mi asombro de entonces.

Matt Black, el protagonista de esta historia, es un oficial de las Patrullas del Espacio, una especie de policía sideral, que está llevando a cabo una investigación de incógnito, relacionada con una droga llamada Krytter. Esta sustancia, una especie de panacea que en teoría lo cura todo, es en realidad un peligroso estupefaciente que crea gran adicción y que produce la muerte al que la consume en el plazo máximo de dos años. Lo curioso es que no actúa como la mayoría de las drogas, arruinando la salud del consumidor rápidamente. Al contrario, el consumidor de Krytter parece mejorar en todos los aspectos, incluido el atractivo físico… Pero antes de que hayan pasado dos años, el adicto muere fulminado.

Black, que como agente encubierto formaba parte de la tripulación de una nave de cuyo capitán se sospecha está relacionado con el tráfico de Krytter, es abandonado en un planeta aparentemente desierto, aunque cuenta con una atmósfera perfectamente respirable. El náufrago espacial descubrirá, con gran asombro por su parte, que se encuentra sobre un planeta vivo, sobre un ser de tamaño planetario que no sólo es inteligente, sino que además es capaz de comunicarse con él. Harrom, que así se llama el planeta, hace buenas migas con Black y le ayuda en lo que buenamente puede.

Poco después recala en el planeta una muchacha, Perla Studder, hija de un multimillonario. La joven viajaba en su yate espacial cuando la tripulación, tras asesinar al capitán, se amotinó. Uno de los tripulantes, compadeciéndose de la muchacha, la ayudó a huir de la nave en un bote salvavidas. Los amotinados, contando con ello, habían puesto una carga explosiva en el bote, pero gracias de nuevo a la intervención del fiel tripulante, Perla pudo salvarse saltando fuera de la navecilla, cuando ésta acababa de entrar en la atmósfera de Harrom, en un asiento eyectable provisto de paracaídas.

A partir de aquí, la novela se desarrolla más o menos como cualquier otra obra del autor. Con su maestría habitual, el escritor riojano va encadenando acontecimientos y escenas de acción hasta llevarnos a un feliz desenlace que, como siempre, no decepciona al fan de la ciencia-ficción popular. Cabe decir que, al final, Black y Perla deciden mantener en secreto el hecho de que Harrom es un ser vivo inteligente. Para ellos, Harrom es un amigo y no desean que nadie le moleste, y mucho menos una legión de científicos chavetas dispuestos a diseccionarle para aumentar sus conocimientos.

La novela, sin ser ninguna maravilla, resulta tremendamente original precisamente por Harrom. Que yo sepa, Lecha es el único autor de ciencia-ficción, español o extranjero, que imaginó un auténtico planeta-hombre. En 1981 creí que ésta era la primera historia de Lecha en la que aparecía una criatura semejante. Posteriormente leí otra novela suya, que no conservo y cuyo título no recuerdo, firmada, creo, como Glenn Parrish, en la que describía un ser semejante a Harrom. En una novela posterior, EL PLANETA MALDITO, nº 688 de La conquista del espacio, firmando también como Clark Carrados, Lecha nos presentó otro planeta vivo y quizás inteligente, aunque en este caso la historia no resulte tan interesante como la de la obra que nos ocupa.

EL PLANETA HOMBRE es, en definitiva, una de las pequeñas grandes historias de ciencia-ficción surgidas de la fértil imaginación de Luís García Lecha. Obra modesta, como todas las de su estilo, pero muy apreciable. Muy recomendable para todo aquel que siga creyendo que, en materia de ciencia-ficción, todo lo inventaron los anglosajones.

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