Estimados amigos de Bolsi &
Pulp, luego de un largo paréntesis retomamos
la sección de Rubén Mesías Cornejo (RMC), nuestro amigo y colaborador
del Perú que nos trae otra de sus
historias de Ciencia Ficción.
Para quienes no lo sepan, RMC vive y trabaja en Chiclayo, Perú, se dedica
a la
literatura desde 1995. Ha publicado sus cuentos en diversos sitios de
Internet y también en varios medios
escritos de su
ciudad como la revista
generalista ARBOLEDA y
en los ya
desaparecidos fanzines SUB ART y
DKVSA de
carácter contracultural. También ha publicado sus relatos en las
páginas del suplemento
dominical chiclayano LA INDUSTRIA.
RMC escribe ciencia-ficción,
fantasías históricas y algo de terror. Además de la literatura, le gusta el
ajedrez, la historia y los temas militares.
También fue uno de los
entrevistados en nuestra sección GENTE QUE LEE BOLSILIBROS, si quieren ver
dicha entrevista, simplemente pinchen acá.
Él publico hace varios años la
primera versión de su cuento UNDERGROUND en el diario La Industria de Chiclayo,
ahora presenta en Bolsi & Pulp una versión remozada que se conectará con futuros relatos que compartirán un
escenario común, un fondo particular del cual esta historia es la primera que
se nos presenta aquí. Esperamos que les agraden estos nuevos cuentos de su particular universo.
Según palabras del propio RMC: “UNDERGROUND fue escrito un día lluvioso, con un cielo entoldado y gris, un día bastante triste y opaco que hizo evocar en mi mente la escena de la lluvia acida golpeando la cúpula de la ciudad edificada sobre un planeta agónico, no recuerdo en que mes fue cuando escribí el cuento, pero fue pasada la mitad de aquel lejano 1997. Un cuento de Harold Rolseth llamado "Hey tú que estas ahí abajo", fue otro de los detonantes que me hicieron escribir UNDERGROUND, en dicho relato se habla de una especie racional que vive en el subsuelo, aunque dicha especie termina aficionándose a la carne humana debido a un error cometido por el protagonista del cuento. Se trata de una historia satírica y macabra que me dio la idea de usar criaturas subterráneas en mi relato”.
Según palabras del propio RMC: “UNDERGROUND fue escrito un día lluvioso, con un cielo entoldado y gris, un día bastante triste y opaco que hizo evocar en mi mente la escena de la lluvia acida golpeando la cúpula de la ciudad edificada sobre un planeta agónico, no recuerdo en que mes fue cuando escribí el cuento, pero fue pasada la mitad de aquel lejano 1997. Un cuento de Harold Rolseth llamado "Hey tú que estas ahí abajo", fue otro de los detonantes que me hicieron escribir UNDERGROUND, en dicho relato se habla de una especie racional que vive en el subsuelo, aunque dicha especie termina aficionándose a la carne humana debido a un error cometido por el protagonista del cuento. Se trata de una historia satírica y macabra que me dio la idea de usar criaturas subterráneas en mi relato”.
UNDERGROUND trata sobre un
agónico planeta Tierra, en donde se produce un grave conflicto entre dos
variedades de seres inteligentes, los humanos y los Underground.
¡Disfrútenlo amigos!
Atentamente: Odiseo…Legendario
Guerrero Arcano.
UNDERGROUND
Nota informativa: Al autor comunica que este contenido es original suyo
por lo que queda prohibida la reproducción parcial o total en cualquier medio
de este contenido, salvo previo consentimiento del autor.
Preludio.
La energía que emana de la
proa ilumina vivamente la cabina de la sonda. Por un momento parece que la
legendaria luz del sol estuviera resplandeciendo frente a mí, pero todo no pasa
de una simple ilusión que mi cerebro desecha pronto. Nada debe distraerme de la
tarea de conducir esta sonda a través de las entrañas de la Tierra. Detrás de
nosotros se alinean centenares de sondas que transportan a los colonos que
abandonaron las cuevas del Inframundo para retornar a las comarcas del mundo
superior, tal como lo ha determinado la voluntad de nuestro Patriarca.
Hasta el momento nuestro éxodo
ha resultado propicio pues el fuselaje de las sondas ha resistido bien los
rigores de la travesía subterránea. Además el espectrómetro nos ha brindado una
buena noticia: se han encontrado residuos de roca sedimentaria entre el
material de desecho que los filtros retienen a diario. Este indicio nos permite
inferir que estamos atravesando la corteza, y que nos hallamos cerca de la
superficie donde se erigen las ciudades que nuestros padres habitaron antes de
ser arrojados al abismo situado más allá de la discontinuidad. La leyenda
cuenta que esa gente aprendió a resistir el acoso de la terrible estrella que
antaño contribuyó a la germinación de la vida .Hoy me toca empezar mi reposo.
Otro navegante ocupará mi lugar mientras me hundo en el gélido sueño que
proporciona el criopreservador. He calculado los turnos y estoy seguro de que
me tocará conducir la sonda cuando la invasión se produzca.
Interludio.
Desde mi despacho de
Tecnocrátor, monitoreo las condiciones del ámbito exterior. Sobre el domo se ciernen
brumosos cúmulos de smog que evocan la amenaza de una tormenta, de pronto las
nubes se detienen y dejan escapar una nutrida lluvia de partículas que se
abaten estruendosamente sobre el domo que protege a la ciudad.
Cada vez que ocurre algo
semejante, acude a mi memoria el fenómeno que originó este desequilibrio
extremo. Hace muchos siglos atrás que la atmósfera se echó a perder debido a
las emisiones gaseosas de las industrias establecidas en el Primer Mundo. A
raíz de esto el clima del planeta empezó a cambiar, y la tragedia se precipitó
sobre la Humanidad.
El paulatino recalentamiento
derritió el casquete de hielo que cubría a la Antártida, y el océano enloqueció
devorando islas y asolando el interior de los continentes. Por ende ninguna
ciudad costeña pudo permanecer incólume al vendaval que alteró severamente la
toponimia del orbe. Así fue como la costa quedo convertida en una región
insalubre que obligó a emigrar a los que pudieron sobrevivir hacia los austeros
valles serranos que habían resistido mejor los embates del cambio climático. De
esta manera la vida pudo continuar su curso en aquellos lugares que nuestros
antepasados rescataron de la catástrofe.
En ese momento los
sobrevivientes que provenían de la extinta capital decidieron, por unanimidad,
empezar la construcción de un Domo que los protegiera de los efectos de la
radiación ultravioleta. Lamentablemente la ejecución de la obra acarreó una
serie de inconvenientes -escafandras defectuosas, equipos de respiración
inadecuados y una insidiosa epidemia que mermó la mano de obra disponible- que
suscitaron una oleada de histeria entre los refugiados. Apremiado por los
reclamos de sus súbditos el primer Tecnocrátor dispuso que el domo entrara en
servicio sin evaluar previamente su capacidad de resistencia a la radiación,
pues era una necesidad imperiosa contar con un área protegida para poner en
marcha la planta atmosférica que purificaría los sectores habitados del valle.
Además nadie deseaba permanecer más tiempo dentro de los incómodos refugios
subterráneos que se habían excavado para servir de vivienda mientras se
terminaba el domo. A largo plazo la decisión de mi antecesor se revelo
contraproducente, pues si bien le produjo la aprobación de la mayoría no tuvo
en cuenta que los defectos de construcción terminarían manifestándose tarde o
temprano. Conforme fueron pasando los siglos el domo empezó a deteriorarse
severamente, y la compresión llego a formar enormes grietas, que si bien
pudieron ser reparadas, permitieron que la temida radiación ultravioleta se
filtrase dentro de la urbe.
Este accidente afecto a la
mitad de la población urbícola produciendo un grave quebranto moral entre todos
nosotros. De inmediato los damnificados fueron transferidos a lugares aislados
donde pudieran recibir tratamiento, sin embargo nuestra ciencia nada pudo hacer
para revertir la mutación que se había producido en los cromosomas de los
afectados. Como era de esperar la prole de esta gente presento un aspecto
monstruoso que determinó su inmediato exilio en las comarcas subterráneas que
se habían descubierto por esos días. Así fue como aquellas personas y su
progenie fue conducida a las grandes plataformas que los llevarían al interior
del abismo. La única concesión que mi antecesor hizo fue permitirles llevar las
maquinas que consideraran útiles para acondicionar aquellos lugares a la vida
humana. Y por último antes de partir se les hizo jurar solemnemente que nunca
retornarían a la superficie, sin embargo por motivos de seguridad la fuerza
armada cegó los pozos por donde habían descendido en un intento por
complicarles las cosas si faltaban a su promesa e intentaban volver.
Desde entonces no hemos sabido
nada de ellos, y por mi parte espero, que jamás sientan la necesidad de venir
aquí. Si lo hicieran tornarían sumamente difícil la existencia que llevamos,
pues nadie quedaría libre para ocuparse de los biodigestores que sustentan la
ecología de esta urbe enclaustrada.
Escampa. Los rayos del sol
traspasan la cortina de smog permitiendo que aprecie su esplendor en la imagen
que tengo en mi monitor. Bajo el domo aquellos rayos se refractan semejando una
pira que ardiera en medio del firmamento. Y entonces siento que ha llegado el
momento de interrogarme por cuanto tiempo continuaremos resistiendo la presión
de esta coyuntura agobiante.
Coda.
La travesía ha culminado,
hemos llegado a la superficie. La tamizada radiación del sol cae sobre nuestras
escafandras mientras los urbícolas nos contemplan espantados ante el
surgimiento de nuestras sondas. En sus rostros puede leerse un párrafo de
horror inconcebible. Han sido testigo del parto más increíble registrado en la
historia del planeta. Sin duda la magnitud de la verdad les induce a huir. Esta
circunstancia nos otorga una ventaja sustancial sobre nuestros oponentes
potenciales ya que podemos desplegar nuestra vanguardia sobre las avenidas de
su ciudad y dirigirnos hacia los biodigestores donde se produce la energía que
alimenta todos los sistemas de la urbe. Si conseguimos tomar estos objetivos
por sorpresa podríamos dedicar el resto de la faena a buscar el escondrijo
donde se guarece el Tecnocrátor, sin embargo la realidad no se corresponde con
mis deseos y las fuerzas urbícolas reaccionan haciéndonos frente con todo su
poder de fuego. Ahora los disparos de sus armas destellan detrás de sus
parapetos, mientras sus maquinas de guerra acuden para apoyar su esfuerzo...
Resulta evidente que esta demostración sólo es el preludio de un contraataque
mayor.
La batalla continua y sendos
haces de luz surcan el espacio demostrando que la lucha se encuentra en su
momento mas álgido. Sus armas continúan disparando a plena potencia, pero su
impacto resulta repelido por los escudos energéticos que nuestros guerreros
generan para conjurar el peligro. Aquella barrera invisible hace reverberar el
éter con cegadores destellos que deslumbran a los urbícolas que defienden el
biodigestor con el valor de los desesperados. El aire crepita en torno a los
impactados anunciando que el ataque ha fracasado. Desconcertados los urbícolas
se repliegan combatiendo, mientras sus lanzarrayos continúan disparando haces
de luz contra nosotros en un alarde de coraje, pero su retirada no es completa
y poco después reanudan su resistencia en torno al edificio que contiene al
biodigestor. Para eliminar la oposición que nos impide apoderarnos de sus
reductos apelamos a las sondas lanzacohetes. El gran poder de fuego de dichas
armas bate los emplazamientos urbícolas con efectos realmente devastadores. Así
después de una andanada de cohetes el reducto queda convertido en una ruina de
la cual surgen decenas de hombres con los brazos en alto, en un claro gesto de
rendición que se repite en todos los sectores de la ciudad.
No obstante en torno al
Palacio del Tecnocrátor la resistencia no parece menguar, pero el número de
lanzacohetes que se concentra alrededor de la posición hace cambiar el cariz de
la lid, y pronto nuestros infantes consiguen desbordar su perímetro defensivo.
Ahora se produce un combate mucho más cruento pues la corta distancia que
separa a los contendientes hace que los disparos se hagan casi a quemarropa. Un
alto número de soldados urbícolas perece de esta forma defendiendo la persona
de su Tecnocrátor. Sacando la cuenta parece que el asalto final ha resultado
demasiado cruento para ellos. Los pocos que todavía resisten se retiran hacia
los campos de minas que cercan esta ciudad casi rendida. Sobre el terreno que
ya es nuestro yacen miles de urbícolas desmembrados por los rayos. Por todos
lados se ven los escombros donde agonizan los soldados que defendían esas
posiciones destruidas por los cohetes. Pese a su infortunio el Tecnocrátor
todavía encabeza a la pequeña facción de empecinados que persisten en combatir.
Para eliminar aquel foco de
resistencia se nos ordena atacar la periferia con la tares de eliminarlo y
capturar al Tecnocrátor con vida. Ante nosotros se levanta la translucida
cúpula que contemplará la última batalla
de aquel demente. Nuestros guerreros inician el ataque apoyados por un diluvio
de cohetes que estremece el cielo y la tierra. Los urbícolas apenas replican y
se retiran hacia el perímetro que protege los campos de minas que alguna
inteligencia pérfida dispuso allí. Su única esperanza consiste en que los
sigamos, confían en que las minas darán cuenta de nosotros. Pero no saben que
las minas han sido detectadas y que los trajes de nuestros guerreros cuentan
con dispositivos de amplificación muscular que les permite eludir, de un salto,
la última trampa del enemigo. Ante esto los urbícolas que siguen al Tecnocrátor
deponen las armas pues nadie quiere morir por algo que ya no existe.
Y el Tecnocrátor se entrega
con el rostro desencajado de un hombre que se siente culpable de un desastre
demasiado grande.
Ahora toda la urbe nos
pertenece, y más allá del domo que cubre a las ruinas de esta ciudad ya
dominada se distinguen las humaredas que indican que la lucha también ha
declinado en las urbes vecinas. Esto quiere decir que la sincronización de la
operación ha resultado exitosa, y que nuestras armas han logrado una victoria
completa en todas partes.
Las cámaras que registran en
nuestro avance nos traen una imagen justiciera. Sucede que el Tecnocrátor ha
sido llevado a una plaza pública para ser escarnecido ante sus propios
súbditos. Luego, en un acto ritual, la ciclópea estatua que representaba al
Primer Tecnocrátor fue echada abajo, el rostro de aquel hombre, muerto hace
tantos siglos, permaneció impávida con su indeleble expresión de hegemonía inmortalizada
en un bronce puesto al nivel de los despojos de la urbe que ayudo a construir.
Ahora las cámaras nos traen la
imagen de una legión de rezagados que se atreven a encaramarse sobre las
arcadas que sustentan la superficie del domo. Han eludido la puntería de
nuestros tiradores y su intención es claramente suicida pues han instalado
explosivos plásticos que despedazarán la bóveda si nosotros lo permitimos. Tal
vez los anime el pérfido deseo de dejar la partida en tablas, sin vencedores ni
vencidos, pero se equivocan si imaginan que evitaremos esa contingencia. Todos
sabemos que cuando el domo se desplome se producirá la terrible implosión que
acabará con todos los urbícolas que no se hayan puesto a salvo. Es cierto que
su cultura desaparecerá, pero eso no significa gran cosa en los anales de nuestra
historia ahora que los Underground señorean la superficie del antiguo planeta
azul.
Título: UNDERGROUND
Género: Cuento de ciencia ficción
Año de creación: 1997
Autor: Rubén Mesías Cornejo (RMC)
Desde Chiclayo, en el norte del Perú, para Bolsi
& Pulp; Rubén Mesías Cornejo (RMC).
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