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jueves, 6 de septiembre de 2012
LA NOVELA DE PAPEL DE BRUGUERA
A mediados de los años ochenta, Editorial Bruguera Sociedad Anónima estaba al borde del colapso. A los graves problemas estructurales que padecía la empresa desde unos años atrás, hubo que añadirle entonces las nefastas consecuencias de una política comercial casi suicida, con arriesgadísimas inversiones en Hispanoamérica en un momento poco o nada propicio para esa clase de aventuras mercantiles en una zona del mundo tan inestable económicamente. El afán de dinero de la familia Bruguera no conocía límites y quisieron abarcar demasiado. Pero, como afirma la sabiduría popular, “la avaricia rompe el saco”, y así, la mítica editora, la “Santa Empresa” (como la llamaban irónicamente sus empleados) sucumbió víctima de la codicia de sus propietarios. En una desesperada huida hacia delante, los responsables de la editorial pusieron en marcha una serie de proyectos con los que esperaban capear el temporal, pero ya era demasiado tarde para salvar el buque Bruguera, que hacía agua por todas partes.
“La novela de papel” fue uno de esos proyectos. La idea era ofrecer a los lectores una colección dedicada a los grandes clásicos de la literatura universal en formato revista. Hemos de admitir que se trataba de una iniciativa interesante, pero también desfasada en el tiempo. “La novela de papel” se presentaba en unos cuadernos de 22 x 14´5 cm, con una encuadernación sencilla, a base de grapas, y una extensión media de 65 páginas. El texto, impreso en letra de buen tamaño, iba en dos columnas por página, y en cuanto al precio de venta al público, era de 125 pesetas de la época. En las imágenes adjuntas puede apreciarse el sencillo pero atractivo diseño de la colección, y en una de ellas los nombres del equipo responsable de la misma, así como una relación de los primeros títulos publicados.
¿Que por qué digo que esta serie nació desfasada en el tiempo? Pues porque este tipo de ediciones “populares” ya no resultaban atractivas en los ochenta. “La novela de papel” podría haber funcionado muy bien en los años cincuenta o sesenta, décadas en las que sin duda habría cumplido una función cultural muy meritoria, al acercar a las masas, en un formato sobrio y a precio reducido, las obras de maestros de la literatura como Tolstoi, García Márquez, Joseph Conrad, Cervantes y muchos otros. De haber aparecido durante aquellos años, es muy posible que hoy “La novela de papel” fuese recordada como una colección mítica de Bruguera. Por desgracia, en la España de los ochenta, que había iniciado un incontenible proceso de modernización, parecía no haber sitio ya para este tipo de ediciones baratas, propias de tiempos más oscuros, por lo que esta serie pasó por los quioscos con mucha pena y poca gloria.
Lo mejor que se puede decir de “La novela de papel” es que su baratura y su sencillo formato resultaban ideales para quienes, como el que suscribe, gustaban de leer en el campo, mientras daban un paseo. Por lo demás, fue una colección estimable pero anecdótica, que no alcanzó ninguno de los objetivos para los que fue creada. “La novela de papel”, lo mismo que la patética serie de infumables novelas policiacas de “Jerry Cotton”, significaron en la práctica los últimos estertores de una empresa que había dejado su impronta en la sociedad española de las últimas siete u ocho décadas.
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