SINOPSIS: Amos Wind, detective privado de Cleveland, Ohio, es contratado por Bárbara Copperland, joven y bella multimillonaria que, debido a un accidente doméstico, se encuentra confinada en una silla de ruedas. La mujer quiere que encuentre a su marido, Winston Copperland, que lleva desaparecido tres días. El señor Copperland, periodista de profesión, ha desaparecido tras mantener una curiosa conversación con su amigo Craig Fosters sobre un asunto relacionado con recetas de cocina, o algo por el estilo. De vez en cuando, Fosters, que parecía tener muchos contactos, solía poner a Winston sobre la pista de alguna historia interesante desde el punto de vista periodístico, pero en esta ocasión Bárbara no acierta a entender que su marido se sintiera atraído por algo tan vulgar como un recetario de cocina. Porque esa fue, según ella, la palabra que Fosters empleo para convencer a Winston de la importancia del asunto: Recetario. Tras la desaparición de su esposo, Bárbara decidió llamar a Fosters para preguntarle por su paradero, pero éste no contestaba al teléfono. Cada vez más inquieta, la hermosa mujer optó por contratar los servicios del mejor investigador privado de la ciudad, que resultó ser Amos Wind.
Wind, que se siente terriblemente atraído por la espléndida belleza de la inválida, acepta el caso e inicia sus investigaciones por el apartamento de Fosters, cuya dirección consigue a través de uno de sus contactos en la compañía telefónica. El tal Fosters no aparece por ninguna parte, pero lo que encuentra en su apartamento deja a Wind bastante perplejo. El piso de Craig Fosters está lleno de animales muertos y abiertos en canal. Pollos, gatos, perros, ratas… Entre asqueado y furioso, el detective, siguiendo un presentimiento, registra la cocina del pequeño apartamento, encontrando ratas en la nevera, una cabeza de gato en una olla con agua, como si se tratase de una macabra sopa, y otras “lindezas” más. También encuentra una gruesa libreta, en cuya tapa aparece, en mayúsculas, la palabra Recetario. Y efectivamente, se trata de un recetario de cocina, aunque bastante desagradable, ya que en él se explican, con todo lujo de detalles, las mil y una maneras de preparar “suculentos” platos a base de perros, gatos y otros animalitos menos simpáticos que éstos. Aparte de todas estas porquerías, Amos, que registra el apartamento concienzudamente como corresponde a un “fisgón” de su categoría, descubre las facturas de tres estancias en un lugar llamado Sunset Balneary. Se pone en contacto con este balneario, preguntando por el señor Fosters. Le informan que el señor Craig Fosters llegó al establecimiento cuatro días antes, se instaló normalmente… y despareció sin dejar rastro dos días después de su llegada.
El detective informa a su cliente del resultado de sus pesquisas, sin omitir nada, ni siquiera los detalles más desagradables de la “decoración” (por llamarla de algún modo) del apartamento del amigo de su esposo. Para su sorpresa, la hermosa mujer no se muestra demasiado asqueada por el singular recetario encontrado por el detective. Por otra parte, Bárbara se empeña en acompañarle al Sunset Balneary, y el bueno de Amos Wind, que a cada momento que pasa está más prendado de la bellísima inválida, no tiene otro remedio que aceptar y llevarla con él. De modo que al día siguiente ambos se presentan en el lujoso establecimiento termal. Allí Amos registra la habitación alquilada por Fosters y encuentra, entre las pertenencias de éste, una nota que alguien envió al amigo del señor Copperland, una amenaza en toda regla: POR LO QUE ESTÁS HACIENDO, MERECES MORIR COMO UN PERRO. Hábilmente, Amos interroga a los empleados del balneario, y así se entera de que Fosters había sido visto hablando con dos hombres, con los cuales se metió en su coche, desapareciendo por el sendero que bordea el bosque cercano al balneario.
El caso se vuelve cada vez más misterioso. Pero los acontecimientos se precipitan cuando, durante un corto paseo por la linde del bosquecillo cercano, el detective, dejándose guiar por un oscuro presentimiento, deja un momento a la muchacha y se adentra en la espesura. Poco después, descubre dos cosas: un coche abandonado y un cadáver humano, desnudo, abierto en canal y eviscerado, colgando por los tobillos de la rama de un árbol. En la boca de aquel desdichado se veía algo que parecía un corazón humano. Tal vez su propio corazón.
Bárbara Copperland, que había seguido a Amos en su sillón de ruedas, estaba demudada por el pavor. Wind se apresura a decirle que no cree que aquel desgraciado sea su marido, si no Craig Fosters. Pero nuestros protagonistas apenas pueden intercambiar unas frases más, ya que en ese momento aparecen tres hombres que, a pesar de la eficaz resistencia del detective, les hacen prisioneros. Amos Wind y Bárbara Copperland han caído en manos de los secuaces de un monstruo de maldad que se hace llamar Cookmaster. Este “Maestro de cocineros”, en realidad un químico, trabaja para un “selecto” grupo de personas inmensamente ricas que aspiran a convertirse en los dueños absolutos del planeta, para lo cual planean eliminar a la mayor parte de la humanidad dejando vivos sólo a unos mil millones de seres, que serían los miembros de la “casta trabajadora” al servicio de esos dementes podridos de dinero y sus descendientes. Cookmaster posee la fórmula de un virus que puede aniquilar casi toda la población del planeta en apenas quince días, y aquellos riquísimos “caballeros”, fabricantes de armas la mayoría de ellos, disponían de los medios para propagar dicho virus por todo el mundo, de modo que uno y otros se asociaron. El virus en cuestión mataría no sólo la vida animal, si no también la vegetal, dejándoles a todos desabastecidos de alimentos. Había que solucionar este problema. Por otra parte, aquellos canallas también querían encontrar la manera de mantener estable la población humana, una vez ésta hubiese sido reducida a sólo mil millones de seres. ¿Cómo lograrlo? Cookmaster tenía la solución. Se trataba simplemente de recurrir a un proceso ecológico de lo más natural, el mismo que emplean los animales: devorarse entre ellos. La intención de Cookmaster y sus socios no es otra que la de “educar” a los seres que queden vivos, tras la “remodelación planetaria” que planean, en las “virtudes” del canibalismo, para lo cual el orondo y maligno “Maestro de cocineros” ha preparado un sugestivo Recetario con las mil y una maneras de cocinar las suculentas viandas humanas. Para tal fin, el “Maestro de cocineros” dispone de una vasta despensa, repleta de cadáveres de personas raptadas y asesinadas por sus hombres, materia prima con la que el gordinflón hijo de perra practica sus “artes culinarias”. Craig Fosters trabajaba para Cookmaster, pero acabó hartándose de tanta degeneración y decidió denunciar el asunto, contándoselo todo a su amigo el periodista Winston Copperland, que podía pagarle una buena suma por tan increíble información. Pero Cookmaster, que tenía vigilado a Fosters, descubrió el pastel, y así, Fosters fue eliminado y Copperland acabó en la cámara frigorífica de aquel monstruo de maldad.
Todo esto se lo cuenta el propio Cookmaster a Bárbara Copperland, mientras enseña a ésta sus dominios y sus aberraciones propias de una mente enferma. En cuanto a Amos Wind, el “Chef Caníbal” ha ordenado a sus hombres que lo eliminen. Oliver, uno de los secuaces de Cookmaster, no salió muy bien librado durante la pelea con el detective en el bosque, de forma que planea proporcionarle a Wind una muerte lenta y dolorosa, a base de aporrearlo a conciencia, así que él y sus dos compinches, Wendell y Lindstrom, piensan pasárselo en grande martirizando al “fisgón”. Pero Amos Wind es un hueso duro de roer, y además está muy cabreado por lo que teme que hayan podido hacerle a Bárbara, de modo que se las arregla para deshacerse de aquellos tres despojos de hombre y correr en busca de la mujer, de la que está enamorado como un colegial quinceañero. En vista de lo que se cuece en ese horrible lugar, el detective pasa olímpicamente de miramientos, y armado con las pistolas de Oliver y sus dos amigotes, se va cargando a todo el que se le pone por delante, rescata a Bárbara, envía a Cookmaster a cocerse a fuego lento a los pucheros de Lucifer y, posteriormente, ya a salvo la muchacha, colabora con el FBI y la Policía en la búsqueda y arresto de los dementes y malvados socios del “Maestro de cocineros”, labor facilitada por cierta libreta que Cookmaster tenía en su poder y que Bárbara consiguió arrebatarle en el último instante. Huelga decir que a Amos Wind le importa un pimiento si Bárbara está en una silla de ruedas o no. La ama y piensa quedarse a su lado para el resto de su vida.
COMENTARIO: Típico ejemplo del terror tal como lo entiende el maestro Lou Carrigan, RECETARIO es una obra que, tras un comienzo de lo más corriente, va sumergiéndonos poco a poco en una intriga espeluznante. El canibalismo es una de las prácticas más aberrantes, uno de los comportamientos humanos que más repulsa han generado desde siempre, y Carrigan supo aprovechar este hecho para pergeñar una de sus novelas más desasosegante. Todo buen aficionado al género del Terror disfrutará, sin duda, de la lectura de este apasionante relato, capaz de ponerle los pelos de punta al más valiente. Si podéis encontrarla, no dejéis de leerla, amigos de Bolsi & Pulp. No os defraudará. De hecho, ¿Qué novela de Carrigan nos ha defraudado hasta la fecha? En mi caso, ninguna.
TÍTULO: RECETARIO
AUTOR: LOU CARRIGAN
COLECCIÓN: SELECCIÓN TERROR (Nº 596)
PORTADA: ANTONIO BERNAL
EDITORIAL: BRUGUERA
EDICIÓN: 1984
PRECIO: 60 PESETAS