POR ANTONIO QUINTANA CARRANDI
Siempre que me
propongo reseñar una obra de Carrigan, la releo antes, aunque esté seguro de
acordarme bien de la trama. Y siempre me pasa lo mismo: la disfruto tanto o más
que la primera vez que la leí. “Gente de invernadro”, nº 136 de “La Huella”,
aparecida en 1977 pero publicada originalmente por Rollan en 1972, no fue una
excepción. Su intrigante argumento me enganchó desde la primera página, a pesar
de conocer ya el desenlace. Ahí reside la gran virtud de Lou como novelista.
Sus obras son como esas películas que uno no se cansa de ver una y otra vez.
El protagonista
de la novela es Mike Marsh, uno de esos simpaticotes agentes del FBI que
poblaron muchos de los relatos del Maestro barcelonés. Marsh languidece en la
delegación del FBI de Syracuse, estado de New York, una pequeña agencia del
buró donde reina la calma, porque en esa tranquila población no hay demasiados
delitos que digamos. Marsh sueña con resolver uno de esos casos fabulosos con
gran proyección mediática, pues, como es lógico, desea hacer carrera en el FBI.
Además es un gran admirador de Sheila Carroll, una bellísima actriz teatral, de
la que por otra parte está irremediablemente enamorado. Y he aquí que la
señorita Carroll acude al FBI en demanda de ayuda. Resulta que la actriz,
decidida a comprar una casa, respondió a un anuncio puesto por un tal señor
Whitaker. La casa que éste había puesto a la venta fue del agrado de la
señorita Carroll, que pagó al señor Whitaker con un cheque por valor de 55.000
dólares. Convinieron en verse a la mañana siguiente en la casa, donde Whitaker
la esperaría con la escritura de venta. Pero cuando Sheila hizo acto de
presencia, el señor Whitaker no estaba. El ama de llaves, una tal señora
Cavendish, dijo a Sheila que Whitaker no había pasado la noche en la casa. Pero
su coche seguía allí, en el garaje. Sheila insiste en que Whitaker le dio una
buena impresión. No así los dos hombres que llegaron cuando ella ya se despedía
de él. Esos hombres, que parecían un tanto irritados, le provocaron un
estremecimiento a la muchacha, pues la verdad es que eran muy mal encarados. Al
día siguiente, al no encontrar a Whitaker en la casa, como habían acordado,
Sheila Carroll empezó a preocuparse y decidió recurrir al FBI.
Mike Marsh no
oculta su satisfacción. ¡Ahí es nada conocer en persona a la hermosísima y
adorable Sheila Carroll! Pero también es un avezado G-man y comienza sus
investigaciones asistido por sus compañeros de la delegación de Syracuse.
Aunque en un principio no avanza demasiado, su sexto sentido de agente federal
le dice que allí ocurre algo muy extraño. Valora la posibilidad de que Whitaker
haya estafado a la señorita Carroll, dándose a la fuga después. Pero las piezas
del rompecabezas no acaban de encajar. Marsh, que con todo es un hombre
sensible, amante de las flores, admira el invernadero que posee la mansión,
unido a ésta por un pasaje subterráneo. Pero en ese invernadero hallará la
primera pista importante para resolver el caso, en forma de tres cadáveres
cosidos a balazos y enterrados bajo algunos macizos de flores.
Carrigan nos
ofrece en esta novela uno de sus estupendos relatos policiales, con mucho
suspense, fino humor, diálogos chispeantes y algo de acción. En definitiva:
cien por cien Lou Carrigan. “Gente de invernadero” es un relato de puro
entretenimiento, que satisfará sin duda a los fans de los bolsilibros y a los
miles de seguidores del mejor autor de novela popular: Antonio Vera Ramírez.
Lou Carrigan.
Antonio Quintana
2 comentarios:
No hay caso, habrá que leerla... Cuando la encuentre en BsAs...
Saludos
J.
¡Lou Carrigan nunca decepciona con un libro!
Abrazos desde Chile.
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