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viernes, 7 de junio de 2013

EL CAPITÁN MALAPATA

 
 
 
 
 
 ¿Existen los gafes? Clark Carrados parecía creer que sí, porque en EL CAPITÁN MALAPATA, novela de guerra publicada en 1962 en la colección Relatos de Guerra, de Ediciones Toray, nos presenta a Steve Bertino, un oficial del US Army que está considerado en todas las Fuerzas Armadas estadounidenses como un auténtico cenizo, la personificación de la mala suerte.
 
Bertino es un hombre inteligente y capaz, que se graduó en West Point con unas notas más que aceptables. Pero la fama de gafe le persigue ya desde la Academia, en la que, a decir de sus compañeros de promoción, dejó una larga estela de desastres de todo tipo. El pobre Steve acaba por asumir que está tocado por la mala suerte, y que por donde pasa, hace estragos. Con el paso de los años, la cosa no hace más que empeorar. A lo largo de los primeros capítulos de la novela, Carrados va desgranando los méritos que hacen a Bertino merecedor del apodo de Capitán Malapata, y el lector, a pesar de las carcajadas que le provocan algunos de los accidentes provocados por la pésima suerte de este oficial, no puede por menos de pensar que, efectivamente, el pobre Steve es el campeón de los cenizos, el Rey de los Gafes. Naturalmente, como todo cenizo que se precie, el pobre Steve gafa a los demás, mientras él sale indemne de todos los desastres. Con el estallido de la guerra, las cosas parecieron ir a peor, su fama se acrecentó y, a pesar de ser un buen oficial, acabó languideciendo en un puesto burocrático.
 
Un día, su superior inmediato le encomienda una misión. Debe llevar un maletín repleto de documentos al Cuartel General Aliado de Australia. Viajará a bordo del Jenny Celtic, un transporte que forma parte de un convoy que se dirige hacia el continente austral. Bertino se dispone a cumplir su misión lo mejor que pueda, aunque algo le dice que su innata mala suerte lo complicará todo. Y así parece ser, al menos al principio. A punto de embarcar en el transporte, nuestro héroe conoce a Tessa King, una joven licenciada en Medicina que va a prestar sus servicios profesionales a un hospital militar australiano. Galante caballero a pesar de todo, Steve se ofrece a subir al barco el equipaje de la muchacha… y desastre al canto. Las delicadas prendas íntimas de la muchacha terminan esparcidas por el muelle, provocando la rechifla entre marineros y soldados. Pero no acaban ahí las cosas. El capitán del Jenny Celtic también conoce la fama de Bertino y está convencido de que su barco será torpedeado por algún submarino japonés.
 
Y parece que el capitán del barco tiene razón, porque llegar Bertino a bordo y empezar a torcerse las cosas es todo uno. Tras diversos accidentes y averías, el carguero queda rezagado, perdiendo el contacto con el convoy, aunque el comandante del mismo les deja un destructor como escolta, ya que el Jenny Celtic transporta gran cantidad de armas y municiones de todo tipo. Y entonces, tal y como había temido el capitán del mercante, aparece un submarino nipón, que hunde al destructor con toda su tripulación. Después, el sumergible emerge para atacar al cañón al Jenny Celtic. El combate, aunque desigual, se salda con la relativa victoria aliada, ya que los artilleros que sirven la pieza defensiva del carguero logran mandar al fondo del océano al enemigo. Pero el carguero resulta alcanzado por varios proyectiles, el capitán y sus oficiales de puente mueren, cunde el pánico ante el más que posible naufragio y todos abandonan el buque en los botes salvavidas.
 
Bueno, no todos. Quedan Bertino, Tessa y nada menos que un centenar de soldados novatos que quedaron atrapados en una bodega. Bertino asume el mando de esa tropa y lo dispone todo para el caso de que el buque, seriamente dañado, acabe hundiéndose. Por fortuna, cuentan con una lancha motora y abundante madera para construir balsas. Pero el carguero no se hunde, y las corrientes le empujan hasta una pequeña isla, en cuyas proximidades embarranca.
 
Casi al mismo tiempo, aparecen en el cielo unos aviones japoneses. Convenientemente ocultos a la vista de los nipones, los americanos observan las evoluciones de los aparatos, que parecen estar reconociendo la isla en busca de fuerzas enemigas. Uno de los aviones sobrevuela el carguero, pero al verlo tan dañado, el piloto cree que no hay nadie a bordo y se desentiende del mismo.
 
La situación es grave y así lo entiende Malapata, que toma una importante decisión. Los nipones se disponen a tomar la isla, y nuestro héroe sabe que su misión, como oficial del US Army, es tratar de impedírselo. Las bodegas del carguero están rebosantes de armas y municiones, cuenta con un centenar de soldados, novatos pero bien entrenados, y con un médico. De modo que, tan pronto como los aviones se alejan, Steve pone a sus hombres al trabajo. Un rápido reconocimiento del terreno les anima mucho. La isla, de unos tres kilómetros de largo por cuatrocientos metros de anchura media, está casi totalmente circundada por una barrera de arrecifes de coral, una formidable protección natural que impide que cualquier embarcación pueda acercarse a su costa. Casi toda la orilla de la isla es un puro acantilado, y el único punto por el que podrían acceder a la misma las unidades niponas es la playa en la que han desembarcado Bertino y sus hombres. Esta playa es sólo una faja de arena de no más de trescientos metros de anchura, que forma un semicírculo muy amplio entre dos promontorios rocosos. Con cien hombres y la ingente cantidad de armamento y munición que posee, Steve cree poder defender la isla con posibilidades de éxito. Malapata, que ha nombrado cabos y sargentos entre los soldados a su juicio más capacitados, imparte órdenes con el talante de un estratega genial, y muy pronto quedan establecidas las líneas defensivas americanas y un pequeño hospital de campaña. Además, como el barco está repleto de explosivos que no pueden llevarse, lo convierten en una gigantesca trampa para los japoneses que, a buen seguro, acudirán a inspeccionarlo. Ahora sólo hay que esperar a los hijos del Sol Naciente.
 
Las fuerzas enemigas se presentan poco después, compuestas por varias unidades navales. Mientras un destacamento se dirige al Jenny Celtic, los lanchones de desembarco enfilan hacia la playa. El Jenny Celtic hace explosión, sembrando el caos, la muerte y la destrucción entre los nipones, provocando incluso el naufragio de un transporte de tropas que se había acercado demasiado al carguero. El primer intento de desembarco enemigo ha sido frustrado, pero Bertino sabe que lo peor está por llegar, y lo único que puede hacer es confiar en que sus hombres luchen con coraje, rezar y esperar que la mala suerte que arrastra consigo se cebe esta vez en los malditos hijos de Hiro-Hito. Lo peor es que no disponen de un mal aparato de radio, así que no pueden comunicarse con las fuerzas propias para informar de su situación y pedir ayuda. Pero Bertino, el Capitán Malapata, confía en que logren rechazar las embestidas niponas, y también en que, a pesar de todo, las fuerzas amigas acaben por aparecer.
 
EL CAPITÁN MALAPATA es una de las novelas más divertidas de Luis García Lecha, un relato trepidante que combina magistralmente acción y humor. La primera parte de la novela se centra en el protagonista y su desgraciada fama de gafe, dando al lector la impresión de que nos hallamos ante un relato básicamente humorístico. Pero a partir de la arribada de nuestros protagonistas a la isla desierta, se convierte en una espectacular novela bélica, repleta de sangrientos combates descritos por el autor con su maestría habitual.
 
Carlos Quintana Francia me comentó en cierta ocasión que para él, el género en el que mejor se desenvolvía Lecha era el bélico. En los últimos meses he leído muchas novelas de guerra de nuestro apreciado novelista riojano, y no me queda más remedio que darle la razón al amigo Carlos. En efecto, Lecha tenía un talento especial para narrar aventuras bélicas. Quizás se debiera al hecho de que fue militar profesional durante varios años. De lo que no cabe duda es de que esta novela que reseño hoy es una de las mejores que escribió.
 
EL CAPITÁN MALAPATA no figuraba en mi biblioteca de bolsilibros, y tampoco lograba encontrarla en librerías de viejo, ni siquiera a través de Internet. Por suerte para mí, Carlos Quintana Francia tuvo la amabilidad de fotocopiar el ejemplar que posee, enviándomelo por correo normal. Aprovecho para agradecerte desde aquí tu gentileza, amigo. Espero que pronto puedas disfrutar con la lectura de mi ensayo sobre el humor en las novelas de Lecha.

2 comentarios:

José A. García dijo...

Parece interesante, al menos cómica en algunos pasajes. Y es que últimamente lo demasiado formal me causa gracia, y lo gracioso también...

En fin.

Saludos!

J.

ODISEO dijo...

Como muy bien sabemos, en la variedad esta el gusto amigo.

Un abrazo y gracias por comentar.

Atte: ODISEO... Legendario Guerrero Arcano.