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miércoles, 20 de febrero de 2013

VACACIONES SIN CRIMEN, VACACIONES PERDIDAS

 
 
 
 
Aparecida en febrero de 1982, con el nº 1034 de la exitosa colección Punto Rojo de Bruguera y con una sugestiva portada de Martín, VACACIONES SIN CRIMEN, VACACIONES PERDIDAS se revela como una de las novelas policíacas más entretenidas que escribió Lecha en los últimos años de su carrera.
 
A Santa Maura, una idílica isla situada en algún rincón del Caribe, llega Sandy Sanders dispuesto a pasar las mejores vacaciones de su vida. Santa Maura es una pequeña joya natural, en la que no existen aglomeraciones urbanas de ningún tipo ni esas urbanizaciones turísticas que tanto han contribuido a destruir para siempre la belleza de lugares antaño maravillosos. Ni siquiera Rickview, la capital, es una ciudad propiamente dicha, si no más bien un conglomerado de edificios de poca altura, situados al parecer sin orden ni concierto y separados por amplias zonas verdes. Sanders se muestra fascinado por la belleza natural del entorno, todavía no mancillada por la acción del hombre, y se dispone a disfrutar de unas semanas de holganza en aquel pequeño paraíso. Lejos está nuestro héroe de sospechar que esas van a ser las vacaciones más agitadas de su vida.
 
La primera señal de que algo raro pasa en ese lugar la tiene Sanders nada más bajarse del hidroavión que le ha llevado hasta allí. El nativo que se acerca en un bote a recogerle se dirige a él como señor Spotter, aunque rápidamente le pide disculpas por ello, alegando que había olvidado que el recién llegado quería mantener el incógnito sobre su identidad. Al principio Sanders no hace caso y se limita a disfrutar del paisaje, mientras el bote se arrima al muelle de pilotes de madera, en el que se encuentra una hermosa joven rubia. Richard, el barquero, le dice a Sanders que la muchacha es Charity Howell, pero no añade nada más.
 
Richard le conduce al único hotel de la isla en un viejo automóvil. La dueña del establecimiento es Mamá Fevalle, una oronda mujer que es, además, la alcaldesa de Rickview. Mamá Fevalle se muestra muy cortés con Sanders, pero también muy misteriosa. Sorprendentemente, invita al recién llegado a cenar con ella, y cuando Sanders acepta, ella responde que le conviene. Sanders empieza a preguntarse si ha hecho bien en gastarse la mitad de sus ahorros en aquellas vacaciones en una isla en la que la gente parece estar medio loca. El barquero se había dirigido a él por un nombre que no era el suyo, y Mamá Fevalle empleaba un tono irónico cuando le llamaba señor Sanders. ¿Qué le pasaba a la gente de esa isla? Cada vez más molesto, nuestro protagonista se dirige a su habitación, en la que le espera una desagradable sorpresa. Alguien ha dejado allí una nota amenazadora. Su presencia no es deseada en Santa Maura y lo mejor que puede hacer es irse por donde ha venido, si quiere disfrutar de una larga existencia. El anónimo va dirigido al señor Spotter.
 
Sanders decide hacer caso omiso de esa nota. Si en Santa Maura están todos mal de la cabeza, allá ellos. Él ha ido allí a disfrutar de un merecido descanso y no está dispuesto a permitir que nadie le amargue las vacaciones. Durante la cena, Mamá Fevalle le pone al tanto de algunas curiosidades históricas de la isla. Aparte de eso, la oronda alcaldesa le proporciona algunos sabrosos detalles de la vida en Santa Maura, tales como el asesinato del anterior alcalde de Rickview, Ray Harmony, y la existencia de dos bandas rivales enfrentadas por el control del negocio del contrabando. Tras contarle todo esto y algunas otras cosas más, Mamá Fevalle le dice que se alegra muchísimo de que viniera, aunque fuera bajo otra personalidad, y le pregunta cuáles son sus honorarios.
 
Sanders no sale de su asombro. La alcaldesa, al parecer, le confunde con un tal Spotter, que pasa por ser el mejor detective privado de todo el Sudeste de los Estados Unidos, individuo al que ella ha contratado para que evite una guerra de hampones en Santa Maura y de paso descubra al asesino o asesinos de Harmony, ya que en la isla no hay policía ni nada parecido. De nada sirven los argumentos de nuestro héroe. Mamá Fevalle está convencida de que él es Spotter y le dice que en su habitación encontrará un sobre conteniendo un esquema de la situación en Santa Maura y abundante información sobre los personajes implicados.
 
Nuestro protagonista, irritado por la estúpida confusión de que es objeto, está a punto de irse de aquella isla de locos. Pero ha gastado su buen dinero en aquellas vacaciones y no está dispuesto a permitir que nadie se las estropee, de modo que decide quedarse. Y así, Sandy Sanders acabará envuelto en una enrevesada trama criminal, en la que los asesinatos más crueles estarán a la orden del día. Impelido por las circunstancias, nuestro protagonista deberá hacer uso de toda su inteligencia para salir con vida de ese avispero de criminales en el que se ha metido al elegir Santa Maura para pasar sus vacaciones. En el transcurso de su aventura, Sanders descubrirá que Harmony, el alcalde asesinado, era hijo de Mamá Fevalle y que, además de Vardo y Chairman, los cabecillas de las bandas de contrabandistas, hay una tercera persona en la sombra que pugna por hacerse con el control de Santa Maura. Nuestro héroe acabará aliándose con Charity Howell, que parece ser la única persona decente en todo ese maldito embrollo, y entre los dos lograrán desenmascarar al criminal que se oculta en las sombras.
 
VACACIONES SIN CRIMEN, VACACIONES PERDIDAS es una magnífica muestra de la novela policíaca que cultivaba Lecha. Como siempre, el protagonista es un hombre de lo más normal, en este caso un turista que se ve envuelto, sin comerlo ni beberlo, en una peligrosa trama criminal. En las novelas policíacas de Lecha raras veces aparecía el típico y tópico policía o detective privado de una pieza, omnipresente en la obra de otros autores. Sanders es el clásico héroe forzoso lechano, el hombre corriente que no busca problemas pero que sabe hacerles frente con entereza cuando se presentan. Un protagonista con el que el lector puede identificarse más fácilmente que con los policías, detectives privados o agentes secretos descritos por otros autores.
 
Santa Maura, lógicamente, no existe. No la busquéis en un mapa del Caribe, porque se trata de una invención del autor. La situación jurídica de esta isla ficticia es muy peculiar. Aunque descubierta por los españoles y ocupada, a lo largo de la historia, por otras naciones, curiosamente ninguno de esos países tomó posesión formalmente de ella. Sin embargo, la Corona Española le atribuyó la propiedad de la isla a su descubridor, como pago a los servicios prestados por éste a España. Y se da la circunstancia de que Charity Howell, a pesar de su apellido anglosajón, es descendiente directa de don Francisco de Moraleda, el primero en desembarcar en Santa Maura en 1516, lo que la convierte en dueña de la isla, extremo corroborado por ciertos documentos encontrados en un archivo español. Como es natural, alguien pretende evitar que esos documentos lleguen a manos de la muchacha, y será Sanders quien consiga frustrar los planes del criminal anónimo que pretende hacerse con el control de Santa Maura. Huelga decir que Sanders y Charity se enamoran y el hombre decide quedarse en la paradisíaca isla, en compañía de la muchacha.
 
La intriga, el misterio y la acción se conjugan perfectamente, matizados por el fino sentido del humor tan característico del autor, en VACACIONES SIN CRIMEN, VACACIONES PERDIDAS. Una novela que cumple a las mil maravillas la función para la que fue escrita: entretener. No se puede pedir más.

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