Jack el Destripador, el siniestro homicida que aterrorizó al Londres victoriano durante el verano y otoño de 1888 ha generado un sin fin de libros, películas y series de televisión. Un halo de misterio rodea, aún hoy, 121 años después del último de sus crímenes, todo lo relacionado con él. En la desquiciada época que nos ha tocado vivir nos hemos acostumbrado, si puede decirse así, a las atrocidades más espantosas. El pasado siglo XX se caracterizó por ser el de mayor progreso en la historia de la humanidad en todos los órdenes; pero también como la centuria en la que se cometieron las matanzas más espeluznantes. El siglo de los avances científicos y tecnológicos ha sido, por desgracia, el de las ideologías abyectas y los genocidas. Hitler, Stalin, Mao, Pol Pot, Milosevic, Saddam y otros muchos no sólo provocaron guerras que causaron millones de víctimas, sino que masacraron sin misericordia a sus propios pueblos en aras de sus absurdas creencias. Desde Adolf Eichman hasta Bin Laden, desde Auschwitz hasta Darfour, los asesinatos en masa han llenado miles de páginas en la prensa y los libros de historia. Cualquiera de los personajes antes mencionados llevó a cabos acciones mucho peores que las de Jack, que tan sólo mató a cinco prostitutas. Mas a pesar de ello, la figura del Destripador ha adquirido dimensiones míticas. ¿Por qué? Quizás por lo poco que sabemos de él. Y tal vez también porque, aunque no fue el primer serial killer de la historia, sí que fue el primero que buscó publicitar sus crímenes, desafiando abiertamente a la policía.
Un personaje así se convirtió en un filón explotado sin complejos por la prensa de su época, que parecía regodearse relatando a sus lectores hasta los detalles más nimios de los asesinatos, al tiempo que criticaba ácidamente la incapacidad de Scotland Yard para atraparle. Hoy día se considera que el llamado periodismo amarillo nació y se consolidó gracias a Jack. Sea como fuere, lo cierto es que la terrible historia del enigmático asesino caló muy hondo en el subconsciente colectivo, convirtiéndole en un ser de pesadilla para sus contemporáneos, que llegaron a considerarle la personificación del Mal en estado puro. No es de extrañar, por tanto, que la fascinación por el monstruo de Whitechapel hiciera de éste un mito atemporal, que acabó proyectando su alargada sombra hasta nuestros días.
El Destripador ha inspirado a escritores y cineastas de todas las épocas. Desde EL ENEMIGO DE LAS RUBIAS, rodada por un jovencito Alfred Hitcchcock en 1926, hasta DESDE EL INFIERNO, realizada por los hermanos Hughes en 2002, las adaptaciones cinematográficas de su negra epopeya criminal son incontables. La ciencia-ficción también se fijó en él, dando pie a obras tan interesantes y originales como LOS PASAJEROS DEL TIEMPO, filmada por Nicholas Meyer en 1979. Por su parte, la ciencia-ficción televisiva se ha ocupado de tan singular personaje en numerosas ocasiones. Las dos mejores series del género, Star Trek TOS y Babylon 5, le dedicaron cada una de ellas un episodio.
UN LOBO EN EL REDIL (Wolf in the fold) séptimo episodio de la segunda temporada de TOS y trigésimo sexto del conjunto de la serie, contó con un espléndido guión de Robert Bloch. La acción transcurre entre el planeta Argelius II y la nave Enterprise, y se centra en una serie de asesinatos de mujeres que parecen haber sido cometidos nada más y nada menos que por Scotty, el sonriente ingeniero de la nave, que en el prólogo del episodio ha sido sorprendido por Kirk y McCoy con un cuchillo ensangrentado en la mano, junto al cuerpo apuñalado de una danzarina argeliana. El bueno de Scott se encuentra en una especie de estado de trance. Posteriormente declarará no recordar nada de lo sucedido, y aunque todas las pruebas le señalan como autor del crimen, Kirk no está dispuesto a admitir tal cosa. Pero otras dos mujeres, una oficial de la Flota Estelar y Sybo, la esposa de un dirigente argeliano, son asesinadas y todas las evidencias señalan al ingeniero. Mas el curso de las investigaciones llevadas a cabo por Kirk, Spock y McCoy, con la inestimable ayuda del ordenador central de la Enterprise, acabará revelando que el misterioso asesino es, en realidad, una criatura alienígena, una especie de campo electromagnético viviente, que se nutre de la energía generada por el miedo, que es una de las emociones más intensas y violentas del ser humano. Esta entidad, dotada de la capacidad de posesionarse del cuerpo y la voluntad de los humanos, fue Jack el Destripador y otros muchos asesinos terrestres que nunca fueron descubiertos, y conforme la humanidad se extendía por la galaxia, la criatura fue ampliando su radio de acción, actuando en varios planetas hasta llegar a Argelius II, mundo que es un auténtico paraíso para el monstruo, ya que sus habitantes desconocen por completo la violencia. Como explica Spock, sus víctimas son preferentemente mujeres, ya que éstas, al menos en teoría, se aterrorizan más fácilmente y con más intensidad que los hombres, y en consecuencia, pueden proporcionarle más alimento. Huelga decir que, tras diversas vicisitudes, los héroes de Roddenberry logran destruir tan peligroso espécimen.
La visión del legendario asesino como un ser alienígena fue retomada en Más allá del límite, concretamente en el episodio JACK EL DESTRIPADOR (The Ripper) presentándolo como una criatura que se apodera de distintas personas para llevar a cabo sus propósitos. El éxito de este episodio motivó que los guionistas de la serie explotaran la misma línea argumental en otros capítulos, haciendo aparecer al monstruo de otro mundo en el Oeste americano y en la era contemporánea. Pero fue en Babylon 5 donde, a mi parecer, se nos ofreció la visión más clásica y convincente del mito del Destripador. El episodio es LLEGA EL INQUISIDOR (Comes The Inquisitor) vigésimo primero de la segunda temporada. Veamos una breve sinopsis del mismo.
El embajador Kosh, que alberga ciertas dudas sobre la idoneidad de Delenn para dirigir la lucha contra Las Sombras, decide someterla a una prueba que será llevada a cabo por un Inquisidor. Delenn no tiene otro remedio que acceder, y Sheridan, por su parte, siguiendo instrucciones del Vorlon, permite que el Inquisidor entre en la estación sin pasar los reglamentarios controles aduaneros y de seguridad. El Inquisidor en cuestión resulta ser un enigmático individuo llamado Sebastian, que se presenta a bordo de una nave Vorlon y viste como un personaje de la era victoriana. El comandante trata de sonsacarle alguna información antes de permitirle que se entreviste con Delenn, pero el tal Sebastian no se muestra muy dispuesto a cooperar. Sheridan sólo consigue sacarle que vivió en Londres en el siglo XIX, y que los Vorlon le tomaron a su servicio para cierta clase de trabajos... especiales.
Sebastian se reúne con la embajadora minbari en un apartado rincón de la estación y la somete a un aparentemente absurdo interrogatorio, al tiempo que la tortura de forma salvaje con un curioso bastón capaz de emitir poderosas descargas energéticas. Sheridan, advertido por Lenier, que está convencido de que ese sádico personaje acabará por matar a la embajadora, decide intervenir. Sebastian, tras desarmarle, le utiliza para seguir presionando a Delenn, y por fin, en un desenlace tan dramático como inesperado, la embajadora y el comandante descubrirán qué era lo que pretendía probar Kosh. Pero aunque tanto Delenn como él han pasado la prueba concebida por el Vorlon, Sheridan sigue intrigado por el misterioso Inquisidor y pide a Ivanova que investigue en el archivo histórico de la computadora en base a los escasos datos que Sebastian le ha proporcionado sobre sí mismo. Efectivamente, según la computadora, el Inquisidor vivió en Londres en la segunda mitad del siglo XIX, pero desapareció sin dejar rastro el 10 de noviembre de 1888, exactamente al día siguiente del horroroso asesinato de Mary Kelly, última víctima de Jack el Destripador. Sebastian admite ser el Destripador y trata de explicar a Sheridan sus razones para obrar como lo hizo. Si no siguió matando fue porque le descubrieron los Vorlon, y tras mostrarle la magnitud de su error, la monstruosidad de sus crímenes, decidieron ponerle a su servicio para que purgase sus culpas. Y así, fue preservado durante cuatro siglos en estado de hibernación, y reanimado sólo cuando los fabulosos alienígenas necesitaban de él.
Lo mejor del episodio es la fabulosa caracterización de Wayne Alexander, el actor británico que da vida al cruel Sebastian. El duelo interpretativo entre Alexander y Mira Furlan es de los que hacen época. Pocas veces se ha visto en una serie de ciencia-ficción un mano a mano entre dos intérpretes tan dotados. El desasosegante diálogo que sostienen Sebastian y Delenn es el mejor de toda la serie. Él intenta por todos los medios que la embajadora admita no estar capacitada para la misión que le aguarda, pero ella le hace frente con admirable dignidad, a pesar del terrible castigo físico y mental que está recibiendo. El objetivo de Sebastian es descubrir las flaquezas de Delenn, utilizarlas para hacerla dudar de sus convicciones; pero, en un momento dado, será ella quien descubra los puntos débiles de su interrogador, lo que la impelirá a enfrentarse a él sin atisbo de temor, logrando así demostrar que tanto ella como Sheridan son las personas adecuadas, en el lugar oportuno y en el momento preciso, para dirigir la guerra contra la Oscuridad.
La inigualable interpretación de Wayne Alexander alcanza su clímax en los minutos finales del episodio, cuando admite ser el misterioso homicida que sembró el terror en Whitechapel en el siglo XIX, al tiempo que reconoce la gravedad de sus acciones. Algunos historiadores sostienen que Jack fue un fanático moralista, que aspiraba a destruir el vicio y la depravación que campaban a sus anchas en los suburbios del Londres decimonónico, la ciudad más grande del mundo en aquel entonces. El guionista explotó esta posibilidad hasta sus últimas consecuencias, presentándonos a Sebastian como un fundamentalista de la moral victoriana, perfilando así un sugestivo retrato del Destripador que el gran Alexander supo plasmar en la pantalla con su inquietante presencia. Episodio atípico dentro del conjunto de la serie, aunque respetuoso con la coherencia interna de la misma, LLEGA EL INQUISIDOR es una de las más logradas historias de personajes que narró la producción de Straczynsky, y también una de las mejores recreaciones de la figura de Jack el Destripador. Wayne Alexander supo meterse en el personaje, dotándolo de gran profundidad psicológica, por lo que puede afirmarse, sin temor a errar, que éste actor inglés es el que mejor ha sabido interpretar al mítico degollador de prostitutas.
Como hemos visto, el Destripador ha dado mucho juego en la ciencia-ficción televisiva. Y probablemente seguirá dándolo. Porque la persona que aterrorizó Londres entre agosto y noviembre de 1888 se ha convertido en una auténtica Leyenda. Scotland Yard cerró el caso en 1892, el mismo año que se jubilaba el detective inspector Frederick Abberline, que dirigió las al parecer infructuosas investigaciones. Para entonces Jack ya había alcanzado la categoría de mito, y con el transcurso de los años, acabaría por adquirir el status de icono de la cultura popular. Escritores, periodistas, médicos e incluso agentes de policía de distintos países se sienten, todavía hoy, fascinados por el misterio que envolvió la Odisea del asesino en serie más famoso de todos los tiempos, y son muchos los que dedican buena parte de su tiempo libre a investigar el caso, como si de un hobby cualquiera se tratara. La mezcla de ferocidad, inteligencia y ritualidad con las que cometía sus crímenes aún nos subyuga. El hecho de que asesinara mujeres en uno de los distritos más poblados de la mayor ciudad del planeta, casi ante las mismísimas narices de la policía, y que se burlara de ésta siendo capaz, a la vez, de eludir la más exhaustiva caza del hombre planificada por Scotland Yard en toda su historia, hizo que se le viera como un ser demoníaco, un espectro surgido del Infierno para desencadenar el horror en la Tierra. Nunca se supo quién se ocultaba tras el alias de el Destripador, pero eso, a estas alturas, carece de importancia. El Hombre necesita misterios que investigar, incógnitas que resolver, enigmas por desvelar y leyendas con las que soñar. Jack representa todo eso. Siempre habrá un novelista, guionista o director atraído por su macabra historia, porque jamás existirá otro asesino que estimule nuestra imaginación como Jack el Destripador.
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