POR ANTONIO QUINTANA CARRANDI
Aparecida por vez primera con el nº 18 de LCDE, y posteriormente reeditada con el nº 222 de Héroes del Espacio, de Ceres (filial de Bruguera), la acción de Máquinas Rebeldes se sitúa en el siglo XXII. Monte Owree, un joven que se encuentra en precaria situación económica, es contratado como mayordomo por la doctora Medora Fulham. Owree no es un vagabundo, sino un científico que ha pasado por una mala racha, fruto de su acendrada honradez, que le impidió secundar los planes de la empresa para la que trabajaba, lo que acabó por costarle el empleo. En su nueva faceta de mayordomo, el protagonista de nuestra historia se siente realmente cómodo y no echa en falta para nada su antigua profesión. De hecho, como confiesa en un pasaje de la novela a una antigua amiga, ya empezaba a estar más que harto de una profesión que no llenaba su espíritu. De momento, su trabajo para Medora Fulham le satisface y no tiene intención de cambiarlo. Claro que en ello influye también la atracción que ejerce sobre él la hermosa doctora.
Sin embargo, Monte deberá recurrir de nuevo a sus vastos conocimientos para ayudar a Medora, que está investigando unos extraños sucesos relacionados con el insólito comportamiento de las máquinas que, en este tecnificado siglo XXII, utiliza la humanidad profusamente. De un tiempo a esta parte, estas máquinas observan comportamientos erráticos, sin sentido, como si de pronto su programaciones se hubieran alterado volviéndolas literalmente locas. Sistemas de control de tránsito, dispensadoras de alimentos, molinillos de café, cuchillos eléctricos… Todos estos artilugios se desmandan sin razón aparente, causando algunos de ellos víctimas mortales. Monte y Medora descubren que a estas máquinas se les ha insertado un circuito extra, que no aparece en las especificaciones de fábrica, y cuyo diseño resulta desconocido. Sea como sea, todo huele a conspiración, y la pareja protagonista acabará descubriendo qué siniestros intereses se ocultan tras estas criminales manipulaciones, y quién dirige los hilos de la trama desde la sombras.
Sin ser de las mejores obras de CF de Lecha, Máquinas Rebeldes posee todos los alicientes de la mejor novela de a duro: intriga, suspense, emoción, algo de acción y, sobre todo, sentido del humor. Impagable la escena en la que Monte y Medora se conocen, cuando él se pone a cuatro patas en el jardín de la doctora y finge pacer la hierba, en un intento de conmoverla ante la terrible situación económica que padece, que le ha llevado incluso a pasar hambre.
Máquinas Rebeldes se lee como cualquier bolsilibro: en un pis pas, y deja el buen sabor característico de estas obritas pergeñadas por aquella legión de forzados de la pluma cuyo único objetivo era entretener al lector con sus intrascendentes pero amenos relatos. En pocas palabras, otra muestra del buen hacer literario de Luís García Lecha.
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